Televidente
Una teoría de la gravedad
«La intensidad es un defecto en el que las generaciones se abrazan y el público se aburre y los niños lloran o suspiran y piden que alguien se los lleve de vuelta a casa»
Tipos de ruido
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónUn soldado se acerca a la mesa en la que tres amigas pasan la tarde. En la cafetería no queda café ni té: piden agua. Él tiene los ojos azules.
—Hubert de Rochecahin, teniente de caballería. ¿Permiten que me siente?
—Claro.
El hombre ... toma asiento, y acto seguido le pregunta a cada una si ha tenido una infancia feliz. «¿Yo? Muy feliz». «Yo también, solo tengo buenos recuerdos». «Pues yo no, tuve muchos complejos: el de Euclides, el de…»
—Yo tuve una infancia trágica —dice él, impaciente—. ¿Os la puedo contar?
—¿Aquí? ¿Ahora?
—Sí, es un poco larga, pero interesante.
—Bueno, diga.
—Tenía yo once años, iba a entrar en el colegio militar…
La escena es de Buñuel, de 'El discreto encanto de la burguesía', y aunque tiene más de medio siglo sigue sucediendo hoy, porque la intensidad es un defecto en el que las generaciones se abrazan y el público se aburre y los niños lloran o suspiran y piden que alguien se los lleve de vuelta a casa. Ahora la escena ocurriría así:
—Y vosotras, ¿no os queréis ir al campo a buscaros a vosotras mismas?
—... [tal vez responde el ruido del camión de la basura].
—Yo sí, siento la necesidad de alejarme de la ciudad y volver a las raíces, a la tierra de mis padres.
—¿Pero qué vas hacer?
—Pues eso, reencontrarme. Es el trabajo de toda una vida.
—Mi padre plantaba patatas para pagarnos la universidad.
—El mío está muriéndose. Lo que quiero es reecontrarme antes de que muera. Y hacer cuidados. Y hacer familia. Para que ellos se reencuentren también.
En España hemos caído en un bucle infinito del reencuentro y el campo: su entrada está en las salas de cine y su salida aún no la hemos encontrado. La película se ha repetido tanto que parece casi una parodia, pero sin gracia. Hablo de ese intimismo de planos lentos, no demasiado bien iluminados, y vidas que sin ser tristes les falta color, son melancólicas, están todavía incompletas; es un realismo no sucio pero sí agrietado, viejo, de diálogos secos –quizás por el cambio climático– y miradas penetrantes que pretenden decirlo todo ahorrando saliva. Es una suerte de vuelta al noventaiochismo, al olmo seco, al antiguo prestigio de los rostros graves.
Echo de menos a Buñuel.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete