Antonio Méndez Esparza, el cineasta que se ganó el futuro formando estudiantes en Estados Unidos

«Gracias a los estudiantes por estos años», escribe Méndez Esparza en los créditos de la película, que llega este viernes a los cines. «Es porque creo que dando clases de cualquier arte quizás aprendes casi lo mismo que enseñas, ¿no?», responde siempre dudando el cineasta, antítesis de otros compañeros del gremio que solo atesoran certezas. Es Méndez Esparza un entrevistado peculiar, de frases cortas a lo Hemingway y entonación americana para su perfecto acento madrileño. Un tipo normal que, como profesor, está más acostumbrado a hablar de los demás que de sí mismo. «El cine es como fabricar sueños, y como director esto pasa poco porque hay mucho soñar y poco construir... Con los estudiantes es distinto: estás muy cerca de sus sueños, de sus construcciones, y como terminas apegado a su pasión inagotable, de alguna manera también tienes que aceptar llamas que quizás en otros entornos no las aceptarías tanto», reflexiona el cineasta durante una larga conversación en un día de noviembre tan gris y plomizo en la capital como él retrata en la película.

Ajeno a la industria española, su único vínculo es Pedro Hernández, -«amigo desde la infancia, una de esas amistades muy españolas que en Estados Unidos no se dan»- ingeniero de profesión con el que en 2011 fundó la productora Aquí y allí (que después produciría 'Magical Girl', entre otras) y que le ha acompañado siempre. De su mano rodó, además del filme con el que triunfaron en Cannes, 'La vida y nada más' y 'Courtroom 3H', que fueron ovacionadas en el Festival de San Sebastián y en las que se fijó en realidades muy estadounidenses de gente en los márgenes de la sociedad. La suerte no le acompañó cuando saltó de los certámenes a las salas de cine. Y ahora busca una nueva oportunidad. «No es que pierdas la seguridad cuando pasas de San Sebastián con las salas llenas y aplausos a que la vean tres, pero claro... Las películas para mí son procesos casi de vida, y sí que ahora hay un deseo de que la película tenga algo más de recorrido», explica como sin atreverse a decirlo Méndez Esparza, que se licenció en Derecho para después ir a estudiar cine a Los Ángeles y después a Nueva York.

No lo dice con falsa humildad. En su respuesta aparecen unas cuantas veces palabras como «inseguridad», «falta de certezas». «Para mí, las películas están en un equilibrio muy frágil», desgrana sin la falsa modestia que otros suelen emplear. Y pone un ejemplo. «La película fundamental para mi carrera es 'La vida y nada más' (2017) porque ya sí que pensaba que no iba a volver a rodar nunca más. Imagínate, llegas a dar clase a un país extranjero, tienes dos niños, estás tan lejos de tu casa... Esa película volvió a abrirme algunas puertas porque siempre he estado lejos de la industria de aquí y de allá», desgrana.

Igual que aquella película volvía a ponerle en la senda de lo que la vida se empeñaba en apartarle, con 'Que nadie duerma', el título que hoy estrena, apuesta porque su nombre regrese a la industria que decidió prescindir de él hace una década. Al menos, por el camino, varios centenares de estudiantes lo disfrutaron.