Crítica:
'Que nadie duerma' (**): Crece la intriga a ritmo de taxímetro
Uno está erizado mientras dura la historia, que la vive completamente dentro de Malena Alterio, pero se sale de allí con la sensación de no haberla visto o vivido desde el lado correcto
Malena Alterio «se deja llevar» en 'Que nadie duerma'
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Iniciar sesiónLas dos referencias claras de esta película, las que busca para conectar con su posible espectador, son 'Taxi Driver', la película de Scorsese, y la ópera 'Turandot', cuyo aria 'Nessun dorma' está incrustada no solo en el título sino también en el fondo musical ... y sentimental de toda la historia, que no tiene como protagonista a una princesa cruel sino a una taxista de Usera confusa, desconcertada y desconcertante, que conduce una trama por varios carriles o géneros y saltándose rayas continuas y discontinuas. Hay drama que tontea con lo social, pues la echan de su trabajo de informática, su padre está enfermo y dependiente, y ella, sin más detalles de su pasado, da la impresión de ser una mujer muy traumatizada entre otras cosas por la muerte de su madre. Malena Alterio es ese personaje metido en una olla express, y lo resuelve con mucho talento en sus saltos a la comedia, a lo romántico o a la intriga, géneros que también pugnan por hacerse con el fundamento del relato.
La vida de Lucía (Malena Alterio), que no tiene la furia de aquel Travis Bickle que interpretó Robert de Niro, no resultaría suficiente para una película tan compleja, pero sí tiene su propio Vietnam dentro de la cabeza, y el director, Antonio Méndez Esparza, lo expone brillantemente mediante las relaciones casuales o planeadas en su taxi. Es fundamental para ese 'algo más' que solo la propia Lucía, el encanto, casi camaradería, que derrama en la historia el personaje de Aitana Sánchez-Gijón, una empresaria teatral; o la naturalidad de José Luis Torrijo o el efecto deslumbramiento de Rodrigo Poisón.
Dosifica bien el guion y la puesta en escena todas las sensaciones que transmite la historia, difíciles de predecir, con ese 'algo va a pasar' que se acumula en su desarrollo; la incomodidad es creciente y la inquietud es ilegible, pero real, gracias sobre todo a las buenas interpretaciones, que convierten a los personajes, y muy especialmente al de Malena Alterio, en gente cercana pero también muy lejana e indescifrable.
En cuanto a la actitud o postura ante lo que cuenta 'Que nadie duerma' es curiosa: uno está erizado mientras dura la historia, que la vive completamente dentro de ella, de Lucía, pero se sale de allí con la sensación de no haberla visto o vivido desde el lado correcto. Hay un interesante contraplano en el relato, el de 'los otros', que le hubiera dado más 'efectivo' que el usual pago al taxista al final de la carrera. Eso es, falta, digamos, contraplano.
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