Crítica de 'Prisioneros de Ghostland': Nadie cantará a Nicolas Cage por esta película

La sinopsis es lo más coherente de la cinta dirigida por Sion Sono , un cineasta de enorme éxito popular que suele generar reacciones polarizadas en la crítica. La idea de poner al sobrino de Coppola al frente de este extraño wéstern japonés, con toques apocalípticos a lo 'Mad Max', es obra de un genio o de un loco, seguramente ambas cosas. Al actor, que se ha visto envuelto en las aventuras más absurdas, no le sale ni su voz habitual. Lo mejor que se puede decir de su actuación es que no desentona.

Si Kurosawa se adelantó e inspiró 'Los siete magníficos', Sono profundiza en el juego de espejos deformados con su particular Oeste oriental, un lugar imposible poblado por seres fantásticos. Un sentido del humor menos hermético permitiría ver la película con distancia cómica y hasta disfrutarla. Hay quien lo consigue, porque al director y poeta no le faltan seguidores. Tampoco puede ser casualidad que sus películas sean vistas en los mejores festivales, aunque en algunos, de Sitges a Sundance, luego falte valor para premiarlo.

Si el espectador se ve fuera de sitio pasados diez minutos, no cabe darle esperanzas, porque se sentirá fuera de sitio hasta el final, en un escenario demasiado adulto para que podamos verlo como un parque Disney y demasiado infantil para encajar en el universo de 'Westworld'.