Crítica de «Maléfica: Maestra del mal»: Duelo de madrastras
El estudio del ratón sigue imponiendo su implacable lógica de recalentamiento de sus propias franquicias. Una táctica de microondas que debe aplicarse, eso sí, con presupuestos millonarios
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Iniciar sesiónResignados a que el Hollywood corporativo solo proponga épicas de superhéroes o -dentro del particular universo Disney- cuentos de hadas, puede tener su gracia la idea de darle la vuelta a una fábula de princesas para centrarse en la madrastra . La de la ... Bella Durmiente, por ejemplo. Pero eso ya se hizo, me dirán; se llamaba «Maléfica». Claro, pero esto es la secuela, o se creen que íbamos a librarnos... El estudio del ratón sigue imponiendo su implacable lógica de recalentamiento de sus propias franquicias. Una táctica de microondas que debe aplicarse, eso sí, con presupuestos millonarios.
Dentro de esa lógica, casi lo mejor es el prólogo: la voz del «érase una vez» nos dice que el pueblo se había olvidado de que Maléfica era toda una madraza (primera entrega) y volvía a verla como una madastra de cuento. Traducido: podemos hacer lo que nos dé la gana con la segunda y sucesivas entregas. Bueno, mientras siga siendo Angelina Jolie, no hay de qué quejarse. Si bien aquí se la ve un poco perjudicada con una digitalización de su cara que en muchos grandes primeros planos parece un graffiti mal pintado con aerosol, o una operación con bótox hecha por un becario con prisas. Salen peor paradas las tres hadas madrinas: apenas son una carita flotante sobre un mal boceto de Campanilla. Todos esos millones no se notan.
Más barato ha debido salirles contratar a Michelle Pfeiffer, que no parece exhibir efectos digitales sobre su envejecido pero todavía magnífico rostro; mantiene ese rictus de desprecio que debería convertirla en una insustituible Cruela mientras el cuerpo aguante. Y esta secuela se aguanta por ella y por la Maléfica de la Jolie: dos grandes hembras alfa en un terrible duelo de madrastras (hala, ya tienen un eslogan). Cuando no están ellas dos liándola parda, o Elle Fanning intentando que su princesita no sucumba entre lo rancio y el toque posmoderno feminista que le endosan al final, la película tiene menos alicientes.
Una idílica escena inicial supercursi (ha de ser una autoparodia del mundo Disney de antaño, ¿o va en serio?), un príncipe soso e ineficaz… como un príncipe de cuento (ver paréntesis anterior), una excursión al mundo de los cornudos maléficos que parece de otra película (universo Marvel, pero no metería la mano en el fuego). Por lo menos nadie sale cantando . Y hay que reconocer que Disney sigue sabiendo hacer este tipo de producto como nadie.
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