Crítica de 'Las leyes de la frontera': cine quinqui cosido al corazón
Daniel Monzón estiliza el subgénero y adapta con brillantez la novela de Javier Cercas, en una película nada literaria
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Iniciar sesión«Esto va a terminar mal», anuncia un personaje, como si hiciera falta. Se lo advierten al protagonista en un momento decisivo de la trama. El chico, víctima de acoso escolar, descubre que la puerta de salida del infierno va a parar justo a un ... grupo de delincuentes de medio pelo, en el barrio chino de Gerona. Dos ojos negros y un par de tetas disipan las dudas morales del muchacho. Nada nuevo.
Las novelas de Javier Cercas viajan bien al cine. Por su propio pie y porque han tenido puntería o suerte con los conductores. Después de David Trueba ('Soldados de Salamina') y Manuel Martín Cuenca ('El autor'), Daniel Monzón convierte en poderosas imágenes 'Las leyes de la frontera'. No cabía esperar otra cosa, menos aún si sabemos que el guion lo vuelve a firmar también Jorge Guerricaechevarría . El director y el coguionista de 'Celda 211' vuelven por sus fueros con un retrato magnífico, una mirada nueva y estilizada a unos años de los que ya abusó el cine quinqui. Aquellas películas de los 70 y primeros 80 eran a menudo descuidadas, ocasionalmente brillantes. Retrataban las desventuras de unos chavales que vivían deprisa deprisa y dejaban un reguero de víctimas en las que nadie reparaba demasiado. Había mucha morralla y alguna obra mayúscula, aunque por lo general era mayor su aportación sociológica que cinematográfica.
Monzón y 'Guerri' hacen una lectura inteligente de la prosa siempre certera de Cercas. Cambian la estructura, despojan la novela del andamiaje metaliterario y hasta de la política. Chupan la sustancia como la cabeza de una gamba y luego aprovechan el lomito de los personajes y la trama. Cosa fina, tanto que este cine y el quinqui se parecen muy poco en cuanto uno se ha ventilado la sinopsis de aperitivo.
Otra cosa brillante de 'Las leyes de la frontera' es que, al contrario de lo que estamos acostumbrados, el hilo romántico no es un pegote ni una concesión comercial, sino el corazón del relato. La relación entre Ignacio y Tere es esencial. Daniel Monzón demuestra además con Marcos Ruiz y Begoña Vargas , también con Chechu Salgado , que tiene un gran ojo para los actores jóvenes, no solo buena mano para mejorar a los consagrados. De los tres, Ruiz ofrece más dudas al principio, parece incluso pequeño para el papel, pero luego sabe acompañar a su personaje en la evolución más compleja. Vargas es el mayor hallazgo. Deja una huella tan honda que por sí sola justifica todo lo que le ocurre a Ignacio y al resto de personajes. Es un comodín del guion que no se puede explicar con palabras.
El puente de Sant Agustí es la frontera física
La película también se aleja del cine que cita en la estilización visual, que nace en el puente de Sant Agustí, la frontera porosa entre dos mundos. Quizá Monzón se deleita por un instante en la postal de la pobreza, con sus casas de colores, tan fotogénicas, un fenómeno universal. Podían estar en Villajoyosa o en el barrio de La Boca. Hagan sus fotos, pero avancen. Es lo que hace el cineasta para no dejarse envenenar por la peor nostalgia y no añorar lo que nunca jamás existió. «Lo que pasó, pasó, y lo que no pasó, mejor no acordarse», dice también el personaje más clarividente.
'Las leyes de la frontera' es un ejemplo de manual de cómo aprovechar las raíces literarias, más didácticas, y transformarlas en otra forma de arte. Lo que pierde de profundo lo recupera en contundencia. Las escenas de acción tienen pulso y los golpes te pillan con la guardia baja. Pero comparar el libro y la película sigue siendo absurdo . Uno atrapa y otro golpea, y viceversa, cada uno a su estilo. En ambos se aprecia el retrato de unas clases medias a dos pasos de la pobreza y de otros tipos de abismo, el desconcierto eterno de los padres y su manera de ganarse el título cuando vienen mal dadas. En el cine quinqui, los policías siempre han sido personajes secundarios y aquí ocurre lo mismo. En la necesaria simplificación, acapara minutos el 'matón descerebrado'. Por ahí, molestará a algunos.
Lo mejor de 'Las leyes de la frontera' es lo bien trazadas que están las dos líneas que se cruzan, el destino profesional y el sentimental, el corazón y la vida. Mecidos sin control por el azar, a veces una mano amiga nos puede salvar. Otras no la ves venir. Lo que no sirve es llorar.
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