Crítica de 'Black Panther: Wakanda forever': La vida sigue para los wakandianos
Los amantes de Marvel y su musculatura encontraránmotivos suficientes para verla y disfrutarla; los que escriban marvel con minúscula igual echan en falta alguno de esos planos quietos y llenos de rostro de aquellos filmes de Bergman

La muerte hace dos años de Chadwick Boseman, Black Panther en la primera entrega, obligó al director Ryan Coogler y a todo el Universo Marvel a darle otra vuelta a ‘la política’ de Wakanda , ese país imaginario pero imaginable y tan rico en poderes y en principios que mantiene con el resto del mundo una relación entre la amenaza y la custodia. El reto era hacer una continuación sin su protagonista pero con un evidente homenaje dentro a Boseman, y darle una fuga hacia adelante por medio de una solución ‘limpia’, convertir Wakanda en matriarcado. La reina Ramonda (Angela Bassett), la princesa Shuri (Letitia Wright) y una serie de personajes femeninos fuertes y épicos.
El término esencial de esta película es ‘reconstrucción’, pues ha de construirse a partir de un trágico derrumbe y lo más espectacular de ella es la reconstrucción de esos dos mundos, el de Wakanda y la sorpresa submarina de Talokan, ciudad donde gobierna Namor, muy villano en esta historia aunque en los viejos tebeos tenía más madera de héroe. El diseño de la película es apabullante, de vestuario, de decorados, de personajes…, y uno tiene casi tres horas largas para empaparse bien de todo ello.
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Como es natural en este tipo de producciones torrenciales, a la historia le cuesta un poco estar a su altura, aunque en su argumento maneje asuntos que fácilmente aparentan ser ‘importantes’ y, además de la entrada en tromba de la mujer, se sugieren aspectos como la raza ( Namor y su pueblo son precolombinos, lo que da pie al manoseo de tópicos hispanos), la colonización y el imperialismo. En lo narrativo, y al menos desde aquí, el seguirla con entusiasmo resulta agotador; se sigue y punto. Y tal vez se deba a una falta de eso intangible que llamamos carisma, y no ya por la ausencia de Boseman , sino también por la de Michael B. Jordan , que tenía su chispa en la anterior, o porque Angela Bassett o Letitia Wright no acaban de llenar el traje de reina y princesa, o porque las alitas de colibrí en los tobillos de Namor le sientan fatal a Tenoch Huerta.
Los amantes del mundo Marvel y su musculatura encontrarán en ella motivos suficientes para verla y disfrutarla; los que escriban marvel con minúscula, en cambio, igual echan en falta alguno de esos planos quietos y llenos de rostro de aquellos films de Bergman.
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