Crítica de «La posesión de Mary»: Bruja a babor
«Una de sustos que puede hacer gracia justo por lo que tiene de previsible, verla sería algo así como tararear una canción de rock (gótico, por supuesto) un tanto sobada pero que todavía puede resultar gustosa»
Gary Oldman en La posesión de Mary
La película hace el «spoiler» ya desde el poema marinero que le sirve de frontispicio: esto va de una bruja que vive en alta mar y tiene una vocación particularmente rencorosa. Corte a una familia que se compra un barquito y se dispone a hacerse ... a la mar oceana… Claro que el espectador del género de terror no sufre por verlas venir, es más, quiere que le garanticen que van a venir, y bien dadas: es como el paciente masoquista en el dentista Jack Nicholson en «Little Shop of Horrors». Bien, la bruja no falta a la cita y comprobamos que más bien es como un fantasma, más féerica y etérea y otras cosas con muchas «ees» que estrictamente gore, aunque no por eso resulte menos letal. Tampoco la película se molesta en dar muchas más explicaciones (ni, creo, se las pedimos).
También vemos que la bruja piruja tiene la costumbre, ya casi obligada, de agazaparse del camarote en el ángulo oscuro y dar un susto, acompañado por un trallazo acústico, tras otro: sin novedad bajo cubierta. Bueno, mi vocabulario marinero es limitado pero ya se hacen una idea: una de sustos que puede hacer gracia justo por lo que tiene de previsible, verla sería algo así como tararear una canción de rock (gótico, por supuesto) un tanto sobada pero que todavía puede resultar gustosa. Todo es echarle un poco de voluntad. Otra cosa es preguntarse qué hacen aquí Emily Mortimer, en su faceta menos atractiva de llorera de ceño fruncido, y un pedazo de actor como Gary Oldman, que como buen camaleón se encuentra aquí como pez en el agua, más allá de exhibir su buena forma física y, un poco menos, su celebrada técnica actoral.
Dirección : Michael Goi. Intérpretes : Gary Oldman, Emily Mortimer, Owen Teague, Stefanie Scott, Manuel García-Rulfo...
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