ojo de halcón
La obsesión del adelanto electoral
Nadie identificaría al presidente andaluz como un tipo displicente, distante y desganado
A los dirigentes políticos andaluces de la oposición habría que decirles aquello de Felipe II a los embajadores: «Sosegaos». La ansiedad es absurda. Nada hace pensar en un adelanto electoral como para estar ya viendo los fantasmas de las urnas y agitando el espantajo. Esta ... semana, un error popular en Castilla y León despertó la fecha del 15 de marzo también en Andalucía, fantaseando con un plebiscito conjunto contra el sanchismo. Ganas de ver fantasmas. Ahora mismo sólo hay un factor que supondría un adelanto en Andalucía y es que Sánchez convoque elecciones generales. En ese caso se le evitaría a los ciudadanos el cansancio de una doble campaña; y se presume además un motivo táctico añadido: aprovechar el 'castigo' a Sánchez sin dejar que el votante lo satisfaga en las generales y se relaje en las andaluzas.
La mejor fecha es la primavera avanzada, cuando se han iniciado las contrataciones masivas de verano, el tiempo es más agradable sin llegar al calor playero, hay un clima de buen rollo también por las fiestas populares, los niños siguen en el colegio… ¿Por qué ir antes a las urnas? Sólo una ventana de oportunidad muy clara podría cambiar las cosas. De momento, el PP tiene el incentivo de sacar varias leyes —Vivienda, Universidades, Montes…— de modo que pinta absurdo hacer una precampaña de meses hablando de adelanto, adelanto, adelanto... Esa ansiedad, además de mala imagen, quema energía. Como esos toros de los rodeos que saltan al ruedo furiosamente pero no tardan en perder fuerza.
Relatos bobos
Claro que apenas dos semanas de curso político han bastado para recordar que hay algo que ni tiene ni tendrá importancia en la precampaña electoral: la realidad. Incluso en los debates más cruciales, como la sanidad o la vivienda. Los primeros mítines ya marcan la pauta. Sánchez acusaba esta semana en Málaga al PP de estar en «en el insulto y en la oposición». Después comenzó a largar descalificaciones contra Juanma Moreno llamándolo displicente, distante o desganado. Se ve que ese día había abierto el diccionario por la 'd'. ¿De verdad esta es la lección de alto nivel político que quería dictar el presidente del Gobierno? Al cabo, dejó claro quién está en el insulto y la oposición, pero efectivamente la realidad no importa, sino el relato. Sobre todo en esos mítines para el aplauso fácil de la clientela más aborregada.
Por lo demás, es una doble torpeza, porque es un mensaje demasiado irreal y por tanto su eficacia rondará el cero. Nadie, ni siquiera los suyos, identificarían al presidente andaluz como un tipo displicente, distante y desganado. Ninguna de las tres cosas lo definen. Pero se ve que se le ocurrieron esas tres como podía haber dicho «torpe, tosco y timorato» de haber abierto el diccionario por la 't'. O «incoherente, insípido e inicuo» de haberlo hecho por la 'i'. Una crítica sólo es eficaz si es real o al menos parece real, en definitiva si conecta con el imaginario colectivo. Descalificar a Moreno como desganado o displicente suena a provocación improvisada sin más. Esto refleja al político obsesionado con el relato, al que la realidad le da igual, por ver si cuela. Resulta bastante ridículo, pero da pistas de la deriva que arrastrará esta larga precampaña.
Dependencia
Esta semana surgió un debate interesante: la dependencia. Es un punto débil para el Gobierno andaluz. Desde Comisiones recordaban que la espera de 574 días para recibir la prestación resulta escandalosa, y también que en junio de este año había más de 4000 solicitudes y unas 3500 bajas de quienes no llegaron a tiempo. Es un dato muy duro. La consejera Loles López a su vez recordó que este Gobierno había reducido la espera a la mitad respecto al Gobierno socialista que además expulsó del sistema a 34.000 personas. Bajo la gestión del PP ha aumentado el número de beneficiarios en un 44% hasta alcanzar el récord de 305.669, y las prestaciones en un 65%. Estar esperando 574 es un fracaso pero esos números son un éxito. Esto sí es un debate: las debilidades y fortalezas del sistema, la falta de compromiso del Gobierno central, las soluciones… Pero esos debates con sustancia no interesan sólo los eslóganes diseñados por el equipo de marketing electoral. Como la portavoz socialista que esta semana se refería a las listas de espera oncológicas y sostenía rotundamente que «hay gente que se muere por las políticas de privatización de Moreno Bonilla». Incluso para la política, siempre descarnada, es un mensaje demasiado miserable. Que además sea falso ya ni se despacha.
Marisú sí tiene quien le escriba
«Yo me dedico a hacer cosas, no a cartearme», ha afirmado María Jesús Montero para justificar que no responde a las cartas que le envía el Gobierno andaluz, hasta ocho según contaba este periódico. Parece no entender que responder a las cartas también es hacer cosas, además de una cortesía elemental. Al final, el alcalde de Sevilla tenía razón con aquella carta irónica remitida en catalán, a ver si así le hacían caso. Los dirigentes sanchistas acuden a Waterloo o a Suiza a rendir pleitesía al prófugo de la Justicia, y siempre muy solícitos, pero les divierte exhibir desprecio hacia Andalucía. ¿Responder cartas del Gobierno andaluz? Bah. Al parecer creen, tal vez con razón, que a sus votantes eso les va a encantar. El sectarismo tiene estas cosas.
Suban el nivel
Según María Jesús Montero, sus medidas «donde más aprovechamiento tienen es en Andalucía, con un mayor volumen de ciudadanos». O sea, como en Andalucía es donde hay más gente, es la comunidad más beneficiada. ¡Menudo nivelito argumental! En general, el político tiende a pensar que sus votantes son idiotas, pero no es fácil llegar a esta cota. Sería deseable que suban un poco el nivel antes de que caiga del todo la credibilidad.
Polarización
Hay algo seguro. El tacticismo preelectoral no quiere debates sustanciales sino elevar la tensión. Y ahora mismo son el PSOE y Vox, como planteaba esta semana el portavoz del PP en el Parlamento, los partidos que «están intentando dinamitar la moderación de los ciudadanos con debates extraordinariamente polarizadores». Es lógico que busquen las posiciones en el tablero que más les interesan, pero a veces es demasiado obvio que quieren un tablero sucio con ciudadanos envenenados para rentabilizar ese clima.
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