TAL VEZ FELICES
Falso silencio
El estruendo de las elecciones ha dejado una calma ensordecedora
Sevilla es una playa virgen estos días en los que julio agostea. Unos pocos náufragos sortean por obligación los rayos de sol que se proyectan en el suelo mientras el resto ya se ha marchado de la ciudad o anda escondido frente a una televisión ... que a lo largo de los días se irá colmando de vacío. El ruido de las elecciones ha dejado un silencio ensordecedor. Un silencio tenso. De falsa calma. Con un verano en el horizonte dibujado de dudas, pues no se espera que pase demasiado durante estas jornadas en las que todo ha de pasar: investiduras, pactos, luchas internas de partidos y posibles sorpresas con gran parte del electorado de vacaciones y el futuro del país en un puño incandescente.
El batir de las hojas por una avenida en la que se arrastran como guijarros los sosiegos propios de estas fechas revela todo ese silencio caluroso y fingido. Las calles están gritando, pero todavía no dicen nada. Es un mutismo estremecedor con los informativos afónicos, la gente hasta la coronilla de posicionarse ante el disparate de la actualidad y una sensación generalizada de que todos hemos perdido. A ver qué pasa, pensamos. Nos damos un baño en el mar, refrescamos las inquietudes y ya iremos viendo qué deriva toma el gobierno a lo largo de las próximas semanas.
Nunca hubo tanta intensidad informativa a finales de julio. Periodistas fatigados se aferran a este entremés que propone agosto. Un entremés, de nuevo, completamente falso, porque solo parece sensorial. Las piezas que se muevan este mes tradicionalmente de inactividad serán decisivas. Las audiencias, entre tanto, se relajan. No queda otro remedio. La gente clava su sombrilla tras la farragosa campaña, pero todos saben ciertamente que nada ha terminado. Que esa campaña continúa, aunque ahora sea en clave de sigilo, sin quitamiedos y a una velocidad vertiginosa.
El tablero ha cambiado. Las grandes ciudades son eriales de asfalto hirviendo y cigarras en sintonía. Todo un aluvión de cosas calladas, pero es mentira. Tampoco antes había esperado septiembre a agosto con tanta furia contenida. Un bochorno recalmado que terminará arrancando aguas.
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