SIN ACRITUD
Que se ponga el enemigo
Es evidente que nos hemos cargado el espíritu de la Transición, pero en algún momento habrá que volver a él
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Iniciar sesiónCon permiso de ustedes voy a hacer una llamada importante porque tenemos un follón con la guerra que no nos aclaramos. ¿Es el enemigo? Que se ponga». Uno de los mejores recuerdos de mi infancia está atrapado para siempre en la sala de estar de ... la casa familiar, mi padre desternillado viendo a Gila en la vieja tele Sanyo. «A mí es que me fusilaron mal», contaba aquel señor mayor disfrazado de soldado. Y mi progenitor se tiraba al suelo. De la risa. El de Miguel Gila era un humor ingeniosísimo, basado en el absurdo. Y muy meritorio, porque consistía en reírse de sí mismo. Gila tuvo una vida de perros –si me permiten la expresión los animalistas–. Desde muy pequeño vivió en sus carnes la miseria y todos los males de la guerra y la posguerra. Su gran virtud fue convertir su tragedia en comedia. Le tocó luchar en el bando republicano y contaba que llegó a estar frente al pelotón de fusilamiento, pero que los soldados franquistas que iban a ejecutarle estaban borrachos y no acertaron, por lo que se tiró al suelo y se hizo el muerto.
En aquellos años de mi infancia aún no lo entendía bien, pero con el tiempo comprendí que si en los años 80 mi padre y miles de padres como el mío –de cualquier ideología política– se mondaban igual con aquel humorista, algo debió hacerse bien por la reconciliación de las dos Españas. Sinceramente les digo que crecí en el convencimiento de que lo del franquismo estaba más que superado. Que habíamos sido capaces de salvar entre todos aquellos años negros y que unos y otros teníamos muchísimas más cosas que nos unían que las que nos separaban. Entendía perfectamente que los familiares de los represaliados de ambos bandos pidieran justicia y que se les ayudara a recuperar los restos de los suyos. Pero no era un asunto político, sino más bien íntimo, familiar. Desde luego no era un problema que nos impidiese avanzar como sociedad. Hasta que llegó Zapatero y empezó a sembrar la semilla de la discordia. A dar alas a unas minorías que utilizaron el odio, el rencor y la venganza como arma política. De entre todos ellos, ya lo saben, destacó la figura de Pablo Iglesias, que no había ni nacido cuando todo aquello. Y desde entonces hasta hoy hemos dado infinitos pasos hacia atrás, propiciando la aparición de otros extremismos. Con un presidente del Gobierno que, lejos de querer apaciguar, echa diariamente más gasolina a ese fuego.
Dicen que nuestra generación, la del 'baby boom', vive mejor que la de nuestros padres. Desde un punto de vista material puede ser, aunque tengo mis dudas, sobre todo a raíz de la crisis de 2008. Pero es obvio que desde una perspectiva social, estamos infinitamente peor. Ellos propiciaron y disfrutaron una época de reconciliación nacional, una etapa de hermanamiento ejemplar y sin precedentes. Nosotros, hoy, estamos completamente fracturados, divididos. Algún día habrá que volver a cerrar esas heridas. Y ambas partes deberán ceder. Las dos Españas que nos ha recordado Tamames en su inocua moción de censura. «Perdonen, ¿podrían ustedes parar la guerra un momento?», decía Gila. Pues eso
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