pásalo
La Dragontea
Si Lope lo hubiera conocido le habría dedicado a Dragó su Dragontea
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Iniciar sesiónDesde el pasado lunes, día en el que su corazón le dijo, como el miocardio suele decir estas cosas, que no podía con su vida, paró en seco su larga e intensa existencia, donde nunca se ausentó el trabajo, las ricas hierbas, las polémicas más ... estimulantes y su denodado empeño en dejar por embustero a Camilo José Cela. El premio nobel se jactaba de que el español que pintaba el maestro Mingote estaba siempre cabreado porque follaba poco y mal. Sánchez Dragó, en cambio, fue mucho más lejos que Lorenzo Lama, aquel rey de las camas de los noventa, para tener siempre un mullido y calentito jergón en uno y cada uno de los puertos donde su bajel pirata anudaba la maroma. Era un tipo que las volvía locas. Un galán de verbo fácil, chispa de pistolete, adicto al himeneo y con la libido siempre en constante bulle bulle. Escribió tanto como se encamó. Y se encamó tanto como su bendita e insaciable voracidad le permitió. A Sánchez Dragó, para hacerle justicia, hay que fecharlo como un prodigio de los de antes de la viagra. Todo en él fue tan desbordante, tan torrencial, tan monzónico como los que lo remojaron en sus visitas al Asia en busca de la eterna juventud y de la espiritualidad de los sidarthas. Desde el pasado lunes, les venía a contar, Sánchez Dragó ya sabe lo que sucede el día posterior a la agonía, dicho al modo de Borges. Ese salto al vacío que tanto le turbaba…
Fue antifranquista, comunista, jipi, escritor yerbero al modo de la generación beat americana, casanova, infatigable buscador de mitos, conductor de programas televisivos maravillosos y un escritor como la copa de una secuoya. Creo que nació bajo el signo de Libra, y libre fue a rabiar, aunque es inevitable pensar que su querencia a Virgo la llevaba en su ADN. Irrumpió en el mundo literario, sin haber pasado de los treinta, con un paso de vencedores. Gárgoris y Habidis, aquella ópera prima con la que ganó el premio nacional de Ensayo del 78, fue presentado en el Ateneo capitalino por Torrente Ballester y arropado por el oro molido de la intelectualidad de entonces: Dámaso Alonso, Fernando Savater, Caro Baroja, Fernando Arrabal, Luis Racionero y Agustín García Calvo. Tras aquel ensayo, sustanciado en bibliografía no usual, donde no buscaba lo que era España sino que rastreaba lo que lleva el español en su mochila, desde Tartesos hasta el camino de Santiago, desde Prisciliano a los sufistas, desde Cristo al Santo Grial, Dragó dejó a España con la boca abierta y a Hiperión, la editorial que apostó por su publicación, haciendo horas extras en la máquina registradora.
En un programa de la 2 que dirigía, con el tema musical 'Todo está en los libros', escrito por Jesús Muñárriz y música de Aute, se sentó una noche con Antonio Gala y Jesús Quintero. El ambiente era de absoluta complicidad y rara era la frase de Dragó que no se alumbraba con una cita. Citaba más que El Juli. Quintero zumbaba a Gala a costa de su gusto por el dinero. Gala le contestaba que más le gustaba a él, que cobraba por entrevistarlo. Y así hasta que Dragó le preguntó al amigo de Troylo por su experiencia cercana a la muerte, tras un accidente. Gala le contestó lo que Dragó ya sabe desde el lunes, que hay luz a final del túnel… Si Lope lo hubiera conocido, La Dragontea se la habría dedicado a Dragó y no a Drake, aquel pirata…
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