TRAMPANTOJOS
Blanco santaclara
La apertura de la iglesia de Santa Clara completa la gran metáfora sevillana que se esconde en este hojaldre histórico
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Iniciar sesiónHan vuelto a volar los ángeles lampareros de Santa Clara. Después de casi treinta años cerrada por restauración -¿cuántos siglos caben en un año?- se han abierto las puertas de la iglesia. Echábamos de menos las luces blancas de Santa Clara cuyo complejo monumental va ... poco a poco desvelándose tras el lento proceso de rehabilitación: la antigua zona conventual, las huertas y jardines, la torre de don Fadrique y hasta el palacio del infante oculto bajo los cimientos. Un fascinante palimpsesto que resume la metáfora de Sevilla: un hojaldre histórico con capas de tiempo superpuestas.
Los creadores de fuera que llegan al Espacio Santa Clara para alguna actividad cultural quedan hechizados por el claustro renacentista bajo un azul de convento. Ante semejante imagen entienden a la perfección el primer Antonio Machado, el de las 'Soledades' con las tardes claras y las fuentes serenas. Nadie sale indemne tampoco después de ver una exposición en el Dormitorio Alto del antiguo convento o asistir a una obra de teatro en un refectorio donde siguen sonando las lozas y escudillas. El aroma limpio de la sopa y el pan que tomaban las monjas en sus ascéticos almuerzos a la hora de sexta.
Otra gran historia se esconde entre los muros de Santa Clara y tiene que ver con un retrato de Velázquez, porque aquí continúa posando la madre Jerónima de la Fuente inmortalizada por el entonces joven pintor en su paso por Sevilla camino de Filipinas. Desde ese mes de junio de 1620 hay en el Dormitorio Alto un juego de claroscuros y contrasombras que se colaron en el lienzo velazqueño. En ese retrato la madre venerable sigue envejeciendo lentamente.
El fabuloso engranaje temporal de Santa Clara permite también perderse dentro de la estampa medieval de la torre de don Fadrique. Para los amantes del arte está el juego de encontrar la única ventana románica de Sevilla, pero también la intrigante maquinaria histórica de los supuestos amores del infante Fadrique de Castilla y su madrastra, Juana de Ponthieu, joven segunda esposa de Fernando III. Porque es extraña esta torre fortificada levantada intramuros…
En la vieja alberca se refleja el perfil de la torre y no muy lejos está la estatua del rey felón Fernando VII, que terminó aquí arrumbada por no pasar el juicio de la Historia. Con un bronce color casi azul de Prusia por tantas intemperies de olvido.
Ahora podemos por fin recuperar el silencio blanco de la iglesia de Santa Clara, sólo quebrado por las maderas que crujen en el retablo de Martínez Montañés. También se podrían escuchar las corrientes subterráneas entre los restos del antiguo palacio almohade anterior al del infante don Fadrique. Y es que Santa Clara podría resumirse leyendo a Rafael Montesinos, vecino de este templo de la memoria: pasear por los años irreparables donde sigue sonando el último cuerpo de campanas. Como hace siglos.
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