LA TRIBU

Travesías

Cada día, más circulación, más peligro, más contaminación en los pueblos

A mediados de los setenta, cruzar en coche la calle Real de algunos pueblos —recuerdas Benacazón—, sobre todo un domingo por la noche, en verano, era una aventura nunca agradable, ni para el conductor ni para los cientos de paisanos que llenaban el paseo. Cuando ... el paseo era el paseo, y estaba trazado en la vía principal, cruzar algunos pueblos era un peligro para caminantes y una odisea para el automovilista, que tenía que ir a cinco por hora, en primera, pidiendo perdón y por favor por la ventanilla, para que la gente se echara a un lado y pudiera pasar.

Y, como en 'El canto a mi mismo' de Whitman, lo que dices de Benacazón podrías decirlo de Bormujos, de Bollullos de la Mitación, de Aznalcázar, de Pilas… Si la televisión había arrinconado a los cines, los vehículos empezaron a arrinconar a los pueblos que, en paz, usaban sus calles para el paseo o las fiestas locales. En aquel pulso, se veía a leguas que ganaría el coche, porque todos acabarían teniendo uno, y el paseo local sería ya escapada a otros pueblos, cuando los bares empezaron a llenarse de la generación del motor que venía dispuesta a ocuparlo todo, como así pasó. Así que los paseos murieron en el primer chaparrón del último verano, con un réquiem pop de Los Brincos, de Los Bravos, de Raphael o de Karina; las parejas de novio cambiaron las prácticas amatorias del zaguán por el Seiscientos, que aseguraba intimidad y distancia, se acostumbraban a la estrechez del yacer de dos en sitio de uno y esquivaba inoportunas llegadas a la casa de vecinos que parecían interesados en sorprender. Pero el coche ha sido el peor de los ocupas que imaginar pudieran los hombres (y las mujeres). Los coches obligaron a circunvalaciones; algunos pueblos crecieron aquende y allende la linde de nuevos trazados, y los coches siguieron ocupándolo todo, calles, plazas, avenidas y, todavía, algunas travesías. Aznalcázar y Pilas ganaron paz con la circunvalación, pero ni Bormujos ni Bollullos han sabido —o no han podido— desviar el tráfico por las afueras, ni Benacazón se libra del continuo paso de turismos, tractores y camiones de gran tonelaje, aunque tenga ayuda con la A-49 y prohibiera la circulación pesada por la calle Real en su salida hacia Aznalcázar. Cada día, más circulación, más peligro, más contaminación en los pueblos, cuyas travesías siguen atestadas de tráfico. ¿Hay solución? No lo sabes. Pero es una pena que pueblos de los que podríamos disfrutar al paso, se hayan convertido en estrechas y peligrosísimas calles llenas de viacrucis de semáforos, rotondas y pasos de cebra. Espartinas y Sanlúcar la Mayor, otros ejemplos hermanos de estos. El primer ayuntamiento que solucione este horror, se coronará de gloria. Manos a la obra.

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