LA TRIBU
La travesía
La travesía que te espera es la dura penitencia anual que te impone tu tierra, aunque no sepas por qué pecado cometido es esa penitencia
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Iniciar sesiónYa quisieras tú que todo al final fuera como hacer andando el camino de la Raya Real a la peor hora del día más caluroso y con la arena más molida que la harina. Ya quisieras que al final todo fuera una semana de romería, ... de peregrino, bajo el sol de un junio canalla, y que no hallaras sombra en todo. Irías entonces achicharrado, soñando con oasis de tus tebeos infantiles, pero sería cosa de una semana. Ya quisieras tú que todo al fin se redujera a las tardes infames del verano, a la hora de más calor, tirando de una burra enganchada a una regabina y sin más amparo que un sombrero de palma y, de tarde en tarde, un trago del agua nada fresca del perrenguillo puesto a la sombra de unos terrones. Ya quisieras tú que la travesía que te esperara fuera como aquella desde tu casa al quiosco de la plaza, pisando con calzado pobre el alquitrán derretido de la carretera, mandadero de unos helados para tu tía Antonia y las costureras que con ella ilustraban las siestas de tu casa. Lo hacías por el precio de un polo de nieve que tenías que dejar en la boca, si no querías que el sol te lo derritiera en la mano.
Ya quisieras, sí, pero la travesía que te espera es dura, durísima, y lo será por más agua con cloro que le eches como remedio, por más olas saladas, por más aire acondicionado que pongas de guardia en las ventanas de tu casa. Serás prisionero durante muchas horas al día, y cuando quieras salir -o tengas que salir-, a la puerta te estarán esperando los bieldos rusientes del infierno terrenal del sur para pincharte como tu padre pinchaba gavillas en la garbera o al borde de la era, antes de la trilla. La travesía que te espera es la dura penitencia anual que te impone tu tierra, aunque no sepas por qué pecado cometido es esa penitencia que es peor que un rezo de cien credos arrodillado sobre garbanzos sueltos. Nada es comparable a esa dura travesía. Y este año, por lo que se columbra -y por lo que ya duele en los lomos del alma-, más dura que muchos años. Ya ves, si a finales de marzo ya zumbaba el tábano del calor, ahora pican ya, a mala leche, los calentureros del verano que abril se ha echado por encima. Miedo tienen las rosas, la flor del olivo, las flores todas, porque saben que las linternas del sol desde la mañana primera a la tarde se llevan por delante la vida de la hermosura más entera. Y el campo, ahí está, míralo: los trigos están rubios cuando tendrían que andar orgullosos de espigas altas que aguardaran granar en mayo. La travesía que te espera es terrible. Y se hace más terrible cuando piensas en los miles de criaturas que no tendrán más defensas que las que tiene un árbol aislado en medio de un secarral. ¿Travesía del desierto? Esta tampoco se queda atrás.
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