todo irá bien
Somos fuego
Somos un país mediterráneo y el fuego forma parte de nuestra tradición y de nuestra cultura, y por lo tanto también de nuestra desgracia
El gran acuerdo de Alaska
Una de cada
Ardemos. Y es para volver a nacer. Pero ardemos y el destino de un bosque que crece es arder, tal como el destino de la vida es la muerte y son los finales los que dan sentido a los principios, aunque nos cuesten tanto ... las despedidas. La desolación es inevitable, tanto como el fuego. A veces hay pirómanos como a veces hay asesinos. Es cierto. Pero somos muerte y somos fuego. Todo lo humano es imperfecto, trágico y además somos un país mediterráneo y el fuego forma parte de nuestra tradición y de nuestra cultura, de todos nuestros sentimientos, y por lo tanto también de nuestra desgracia. Desde el avión de Vigo a Barcelona vemos la línea roja del incendio como una herida en el cuerpo.
Buscar culpables o quién podría haber hecho más es un ejercicio estéril que sin embargo sirve para calmar el dolor y sólo por eso yo lo apruebo. Pero no es cierto que el fuego se lleve la esperanza. Todo lo contrario: la convoca. Porque el fuego es lo que nos hace como somos, y no el árbol, el bosque o la cordillera. Lo que nos condiciona, lo que nos determina, lo que nos explica es el fenómeno. La violencia que nos revuelve. Del desastre surge el hombre dispuesto a sobrevivir con su ingenio y su talento y así avanza el progreso. La alegría es una higiene. La paz es una 'amenity'. Sólo el conflicto es fértil. Es la vendimia de las fronteras.
Estos incendios son terribles y son nuestra esencia. De este fuego nacerá la memoria de cómo eran las cosas antes y una reconstrucción que también arderá cuando pasen los años, tal vez las décadas. A cada generación le toca un desastre y cada generación se afirma en su modo de hacerle frente. También arden partes de nuestro corazón y también renacemos con afectos nuevos. También dejamos de hacer lo de siempre para hacer algo nuevo y sorprendernos de qué bien sabíamos hacerlo.
La estabilidad y lo armónico son ensoñaciones de tiempos de paz. Ensoñaciones que nos vuelven débiles. También el riesgo cero. O el sueño de la salud de ser eternos. Es cierto que hacemos ejercicio, seguimos una dieta, tomamos medicamentos; tal como solíamos limpiar los bosques antes del dogma ecologista. Pero es absurdo vivir como si la muerte no existiera. Existe y nos quiere. Tal como existen los elementos y su naturaleza es llevar por delante lo que hemos construido durante un tiempo. Podemos agitar el fantasma ambientalista pero jamás podremos controlar los temblores, las tormentas, los volcanes y el fuego voraz y devastador que es anterior a nuestros pueblos y si algún día nos vamos continuará ardiendo.
En la extinción y la atención a las víctimas hay que concentrar ahora el esfuerzo. Quizá algunos prejuicios ecologistas tendrían que ser retirados con los demás escombros. Y la noche vacía que ahora cae sobre los desdichados pronto la sabréis poblar de caminos y estrellas.