Lo que sea que hiciera Mazón

No quiero saber cuántas botellas de vino se descorcharon en esa mesa, si pidió a la carta o menú del día, si pagó él o pago ella o, al final, fueron a escote. Si pidieron postre o solo café. No me importa cuántas llamadas hizo ni a quién, ni tampoco cuántas, de las que a él le hicieron, acabaron en el buzón de voz.

Tampoco me importan los motivos, si es que en El Ventorro no hay cobertura o es que tenía el móvil en modo avión. No me interesa cuántos minutos se tardan en ir caminando desde El Parterre a la plaza de Manises, ni compararlos con cuántos invirtió el presidente en recorrerlos. Si callejeó para estirar las piernas mientras miraba escaparates o si, como me pasa a mí, prefirió llegar hasta Santa Catalina desde la Paz porque es la calle más bonita del mundo entero y pasearla me pone siempre de buen humor. Si son 37 los minutos que descuadran en su relato (en cualquier versión de las ofrecidas hasta ahora), si son más o si son menos. Me da igual.

Me da igual si la razón por la que no cuenta lo que hizo es porque le da vergüenza, porque se arrepiente o porque ni siquiera lo recuerda. De verdad que no me importa. Hasta me da igual, puestos a apostar por la indiferencia, que a algunos les preocupe tanto lo que hizo Mazón y tan poco lo que hicieron otros que también tenían competencias y responsabilidades. Que Pedro Sánchez estaba en la India y Teresa Ribera en Bruselas.

Y también me da lo mismo, si les soy sincera, si el primero se estaba haciendo el sultán a lomos de un elefante mientras recibía ofrendas florales o si la segunda se estaba poniendo tibia a mejillones con patatas y chocolate del bueno en Grote Markt. Es que no me importa.

Mi curiosidad tiende a cero en lo referente a las hazañas íntimas y cotidianas de toda esta tropa durante ese día. No quiero que me lo cuenten. Porque lo importante no es dónde estaban, ni con quién, ni lo que hacían: es dónde no estaban. Y donde no estaban es, precisamente, el único lugar donde en ese momento tenían que estar.

Así que me da igual, pero que muy igual, qué es lo que hacían. Lo que no me da igual es que ninguno rinda cuentas. Ya ha pasado un año, y no creo que deban hacerlo por lo que hicieron, que no sé si les he dicho ya que me da igual, sino por lo que no hicieron.

Ni ese día (ese 29 de octubre), ni el 30 (cuando algunos estaban más preocupados por controlar RTVE), ni los que se tardaron en enviar ayuda (demasiados), ni los que han pasado sin asumir responsabilidad alguna. Porque eso, justo eso que no hicieron era, precisamente, lo único que debían hacer.