Perdigones de plata

La pasta y los impuestos

Las covachuelas de nuestras administraciones ocultan un desconocido número de enchufados

Sol naciente

Limpieza integral

Pero qué repelús soportar la tabarra disparada por los zurdos que entonaban el «¿Veis? Nuestros impuestos sirven para pagar a los bomberos que luchan contra el fuego». Que sí, que vale, que ya lo sabemos, que no os pongáis tan repelmas, que asumimos e ... incluso nos gusta que con nuestros impuestos se financie la sanidad, la educación, las carreteras y tantas y tantas cosas que contribuyen a mejorar nuestra existencia de recalcitrantes hipotecados que alcanzan el fin de mes con lengua de lija porque el esfuerzo nos deja secos como un matorral del desierto de Mojave. Que sí, de verdad, que lo entendemos, que estamos de acuerdo.

En cambio nos sublevamos cuando descubrimos que la pasta fresca de los impuestos que esquilman nuestros bolsillos desemboca en otros lugares de escaso provecho. Por ejemplo, doña Carmen Ninet, esposa del señor que (presuntamente, ejem ejem) falsificó su título, cobra 100.000 pavos al año desde su cargo de subdirectora de un museo valenciano de gama media y de, en fin, escasos quebraderos de cabeza. Y disfruta de su cargo sin la necesaria titulación, que no era licenciada. Pero lo que me escandaliza sobremanera, aunque también, no es el dineral que levanta gracias a su carné socialista y a sus parentescos (su padre fue un pez gordo del partido), ni el morro por sentarse en una poltrona para la cual se exigía titulación de la que carecía, sino averiguar que ese museo contaba con una subdirección. ¿Para qué? ¿No basta con un director y un breve, pero brioso, equipo que maneje las riendas? Si aflorase la cantidad de cargos inútiles que se agazapan en nuestras diferentes administraciones quizá sufriríamos un infarto o, al menos, ataques combinados de hipo y flato que nos amargarían la semana. Las covachuelas de nuestras administraciones ocultan un desconocido número de enchufados, de verdaderos parásitos que trabajar, lo que se dice trabajar, pues trabajan poco, más que nada porque no hay tanta faena para la pléyade de felices lagartos que reptan entre las grietas de los chiringuitos.

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