la suerte contraria
El Abuelo Delibes
En él latían las historias que nos faltaban, las miradas que se nos fueron y el alma inmensa de Castilla en el amanecer de un domingo
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Los peores de la raza
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Iniciar sesiónTengo dicho que los vallisoletanos somos los únicos humanos con cinco abuelos: cuatro de sangre y Delibes, el quinto, el tronco al que asirnos, la rama común, un 'homo antecessor' con el que no compartíamos genes sino sentimientos y, por lo tanto, destino. Delibes fue el abuelo de cuando murieron nuestros abuelos. En él latían las historias que nos faltaban, las miradas que se nos fueron y el alma inmensa de Castilla ... en el amanecer de un domingo. Pero, además, fue una figura simbólica, totémica y atávica que nos unía con la dignidad de nuestra tierra, con el silencio de los que se fueron y con la sonrisa de los que habrán de llegar. Esto que digo vale para todos los vallisoletanos excepto, paradójicamente, para dieciocho. Que son sus nietos y que se han de conformar con la inmensa pena de tener solo cuatro abuelos, asumiendo, a cambio, el enorme privilegio de que el suyo se escriba con mayúscula.
Uno de ellos es Germán y acaba de publicar 'El abuelo Delibes' (Destino). Volver a ver el apellido Delibes junto al logo de Destino nos hace dar un respingo porque engarza con lo mitológico, como ver a Butragueño con el escudo del Madrid o a Nadal con la Copa de los Mosqueteros. Y merece la pena. Al menos para los lectores de Delibes, que vemos ahora la trastienda de la historia, lo que pasaba entre bambalinas, una especie de 'making-off' con la versión extendida, la del director y, además, la verdad. Algunos llevamos años reivindicando que Delibes no fue un novelista que escribía en periódicos sino un periodista que escribía libros. Pero se nos olvida que, antes de todo eso –antes de la mesa y de la estampa–, ya estaba el hombre. Y ahí seguirá después.
Desde hace tiempo investigo ciertos aspectos de la vida de Delibes para escribir un libro que no llega. Y no llega porque no estoy preparado. Llegará algún día, si Dios me da el talento para pasar de la documentación a la mirada. Primero hay que 'ser' y luego 'hacer'. Y yo aún no he recogido la suficiente sombra, que diría Neruda, para abordar cosas que me superan. Conozco, quiero decir, la vida de Delibes. Pero de nada vale sin entender al 'otro Delibes', al Delibes familiar, al de la caza y el tenis, al de la bici y la casona. Al hombre detrás del hombre. Gracias a su nieto Germán ahora podemos entender mucho mejor ciertas cosas. Lo hace con un libro extraordinario, de una sutileza y una sensibilidad inmensas y que es, en realidad, un regalo, un manual de instrucciones y la pieza olvidada de un rompecabezas. El eslabón perdido, la mirada de un niño que lo ve todo y nos lo cuenta desde la humildad del que crece a la sombra de un gigante.
La obra de Delibes está ahí, más vigente que nunca, para quien quiera conocerla. Pero el que quiera, además, comprenderlo, que se acerque a Delibes a través de Delibes, que es como acercarse al árbol por su sombra. Y esa sombra es su nieto, que, en su generosidad, nos regala a su abuelo para que abrace de nuevo a una ciudad que jamás se acostumbrará a su ausencia.
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