la huella sonora
Elogio de la zarzuela
Mi generación ha vivido de espaldas al género chico y eso es algo que tiene que cambiar si queremos entendernos a nosotros mismos y disfrutar de una parte de nuestra cultura, la más cañí
España como debería ser
Confieso que he bebido

Recuerdo a mi abuelo Julián sentado en la butaca del salón de casa de mis padres, pasando sus últimos días entre partidos del Madrid, nietos que le adoraban y discos de zarzuela. El encargado de ponérselos solía ser yo porque así lo decidió un ... día, aún no sé bien por qué: «Jose, hijo, ponme 'Los gavilanes». Cuando acababa la cara, me llamaba para que le diera la vuelta al disco. Así toda la tarde, alternando 'Doña Francisquita', 'La verbena de la Paloma', 'Agua, azucarillos y aguardiente' o cualquier otra.
Porque la colección era amplia. Y lo sigue siendo. Él acompañaba las canciones dando golpecitos con el dedo corazón de su mano derecha en aquel reposabrazos tapizado con flores raras, como intentando llevar el ritmo mientras cantaba. Aunque lo de cantar es una manera de hablar. Digamos que entre sus virtudes no se encontraba el oído. Hace un par de meses, en la misma butaca –y con idéntica tapicería– mi padre escuchaba 'La revoltosa'. Me senté a escucharla con él, tenía curiosidad. Y la realidad es que me fascinó ese Madrid de finales del XIX con corralas, chulapos, manolas y un casticismo encantador.
Entiendo que para la ópera es necesaria una formación de la que carezco. Pero la zarzuela es otra cosa, algo más nuestro, y al alternar teatro con canciones –un musical 'avant-la- lettre'– resulta accesible. Y pienso que hay que recuperarlo. Por ello les pedí a los Reyes Magos ir al Teatro de la Zarzuela. Me debí portar bien porque me dejaron entradas para 'La corte del faraón'. El día antes me había avisado Paula Torres de que el montaje tiene mucho de opereta y de revista y la verdad es que así es. Salí contento, me gusta ese ambiente tan popular, tan poco elitista –tan madrileño– que junta a gente joven que va a pasar el rato sin pretensiones con gente mayor que viste con sus mejores galas; a ricos y a pobres; a entendidos y a advenedizos. Y me interesa que, en tiempos de tanto idiota, haya lugares sin protocolos rígidos en los que todo es espontáneo, irreverente y con esas aspiraciones de 'canallismo' que no llega a ofender, como me decía la propia Paula. Que de esto sabe.
Y eso fue lo que me encontré. Me gustó la obra, con mención especial a la dirección de escena y a ese cuplé fantástico de Enrique Viana vestido de 'drag queen', muy aplaudido y con razón. Al menos así lo vi yo. Y, en realidad, así lo vio casi todo el público, con la salvedad de cinco señoras que se fueron escandalizadas tras darnos la tabarra al resto durante una hora y pico.
Pero el viernes, escuchando a Torres Dulce en 'Cowboys de medianoche' supe que a él no le había gustado en absoluto. Se había alterado el libreto, eliminando escenas, añadiendo otras y, según él, 'homosexualizando' la obra. Con esto último no estoy de acuerdo, creo que ya vemos 'wokes' hasta en Sodoma y Gomorra. Pero lo del cambio de escenas no lo sabía –no conozco el libreto– y me parece bastante grave. Como bien dice Torres Dulce, una obra se puede adaptar, pero no cambiar al antojo del primero que pase por ahí.
Lo importante es tener claro que recuperar la zarzuela es recuperar lo más nuestro. Mi generación ha vivido de espaldas al género chico
En cualquier caso, al contrario que el fiscal, reconozco ser ignorante en la materia. Lo importante es tener claro que recuperar la zarzuela es recuperar lo más nuestro. Mi generación ha vivido de espaldas al género chico y eso es algo que tiene que cambiar si queremos entendernos a nosotros mismos y disfrutar de una parte de nuestra cultura, la más cañí. Y no tiene nada de malo: Cañí es Goya, Gutiérrez Solana y Zuloaga. Julio Romero de Torres, Arniches y Buñuel. Y a nadie se le ocurre darles la espalda.
Estoy deseando volver. Mientras tanto, me sentaré a escuchar los discos de mi abuelo, que ahora están en mi casa. Y, en realidad, no se me ocurre mejor homenaje a los que se fueron que continuar la senda que nos marcaron e impedir que el silencio desdibuje el camino. Mismos discos, mismos genes, misma butaca: todo se mantiene igual. Y está bien que así sea. Excepto lo de la tapicería: es posible que lleve tiempo pidiendo un cambio a gritos.
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