El descendiente del apache Gerónimo, sobre la conquista española: «No hay que pedir perdón, eso es admitir la culpa»

No es el único. Alfonso Borrego -bisnieto del apache Gerónimo- y Michael N. Henderson -descendiente de una esclava negra que consiguió la libertad hace dos siglos gracias a Bernardo de Gálvez- apuestan por abrazar las bondades de la Hispanidad. Y, de paso, abogan por desterrar los viejos complejos que nos ha impuesto la tan manida -¡y cansina!- Leyenda Negra; esa en la que se han basado políticos como Ernest Urtasun y Claudia Sheinbaum para cargar contra el papel de los españoles en el Nuevo Mundo. «¿Perdón? Lo he dicho muchas veces: no. Eso es solo un enfoque político. Una disculpa es la admisión de la culpa», sentencia el también historiador estadounidense emparentado con el jefe tribal.

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Este abanico de expertos no está elegido al azar. Los tres serán los protagonistas de 'Hispanoamérica, un futuro compartido', unas jornadas que se celebrarán los próximos 20 y 21 de marzo en Madrid y que giran entorno a la nueva película del director José Luis López-Linares: 'We, the hispanos'. El evento, organizado por Lopez-li Films, Unidos por la Historia y la Fundación Rafael del Pino, busca reivindicar la herencia y la aportación de España en los Estados Unidos en una fecha clave: el 250 aniversario de su independencia. «España combatió en Pensacola, financió el asedio de Yorktown y asestó un golpe decisivo a la flota británica en el Atlántico que provocó el colapso de la bolsa de Londres. Este desastre, junto con otras victorias, contribuyó al debilitamiento de Gran Bretaña y aceleró la decisión de firmar la paz», afirma a ABC Beatriz Paredes Camuñas, presidenta de Unidos por la Historia.

Ituriel toma primero la palabra. El que fuera candidato a la presidencia de México se ha convertido en uno de los máximos defensores de su antecesor. «No solo es necesario mantener el legado de Moctezuma Xocoyotzin, sino que es una obligación y un deber moral de toda la Hispanidad», explica. En sus palabras, el emperador «quería un mundo donde Castilla y Tenochtitlan convivieran y hermanaran sus culturas, reinos y religiones». Qué mejor ejemplo de esa armonía entre dos mundos, el Nuevo y el Viejo, que muchos intentan bombardear hoy. «Toleró el culto de los extranjeros y escuchó atentamente las largas arengas que los frailes hacían de la religión católica para hallar puntos en común», añade.

Rompe moldes el tataratataranieto de Moctezuma. Tras cinco siglos, y a pesar de las diferencias entre su antecesor y Hernán Cortés, no esconde rencores. «Fue alguien a quien mi ancestro, en algún momento, llegó a ver como un amigo y un protegido suyo. Un personaje que el pueblo español, en gran parte, considera un valeroso capitán. Eso para mí basta para estar en paz con él y con su memoria», explica. Lo suyo es enarbolar esa empatía tan necesaria para forjar el futuro compartido por el que claman las jornadas. «Para mí, la Hispanidad es el complemento de la Mexicanidad. La primera es el componente europeo y, la otra, el anahuaca o azteca de nuestra sociedad mestiza. Ambos conforman algo más grande y poderoso que llamo Indohispanidad», suscribe.

La principal herramienta para cumplir el sueño de un futuro común, repite una y otra vez, es la humildad: «Debemos tendernos mutuamente la mano derecha y poner la otra en el corazón, reconocer que americanos e ibéricos nos debemos una segunda oportunidad para hacer mejor las cosas que nuestros respetables ancestros».

Aunque también considera necesario acabar con la Leyenda Negra. «Es la historia de España contada por sus enemigos. No debería ser así. Cada pueblo tiene derecho a contar su propia historia nacional sin la intervención perniciosa de voces venidas de pueblos ajenos», completa. No tiene tapujos en este sentido: «Es una infamia hablar por otros, así evitaremos contarnos mentiras entre naciones».

Como su colega, Michael N. Henderson también clama por la Hispanidad. Y lo hace desde la misma tierra estadounidense en la que, ha descubierto gracias a sus investigaciones, vivieron sus ancestros en el siglo XVIII. «En mi libro, 'Got Proof!: My Genealogical Journey Through the Use of Documentation', cuento la historia de mi antepasado. Fue Mathieu Devaux dit Platilla, miembro de la milicia de Nueva Orleans», dice a ABC. Este soldado de origen francés se enamoró de Agnes, una esclava negra, y luchó en los tribunales para ayudarla a comprar su libertad. «He descubierto que Bernardo de Gálvez, gobernador de Luisiana, les apoyó. Como resultado, firmó la manumisión (documento de libertad) de la que fue mi bisabuela de cuarta generación el 16 de diciembre de 1779», completa.

Henderson ha dedicado su vida a estudiar nuestro pasado virreinal, y carga de frente contra aquellos que equiparan las prácticas inglesas con las de la Monarquía Hispánica. Unos y otros, dice, no tuvieron nada que ver: «El caso de Agnes no fue único. Los beneficios de utilizar mano de obra forzada para mantener la estabilidad económica no pasaron desapercibidos para los gobernantes españoles, pero estos siempre habían creído que la libertad era el estado natural del ser humano. Por eso desarrollaron la práctica de la coartación: la autocompra de la libertad».

Los datos son lapidarios: entre 1771 y 1803, según explica la historiadora Kimberly Hanger, 452 personas recurrieron a esta opción.

No fue la única medida que enarboló la Corona. También modificó el 'Código negro' francés, el restrictivo documento que regulaba el trabajo forzado en Luisiana desde principios del XVIII. «España lo modificó en 1764 y lo hizo más favorable para la población esclava. El nuevo documento, con 56 artículos, abordaba aspectos de la vida cotidiana de los colonos y regulaba la interacción de los europeos blancos con los africanos, los nativos americanos y los mestizos locales», apostilla. Henderson no puede hablar por boca del presidente de los EE.UU., pero añade que, gracias a la cantidad de horas que ha pasado en los archivos, «aprecia y respeta las contribuciones de España a la independencia» de su país. Por desgracia, corrobora, existe todavía la Leyenda Negra. «Como dice el proverbio africano, 'hasta que el león tenga su propio narrador, el cazador siempre contará mejor la historia», finaliza.

Alfonso Borrego es otro de los grandes expertos que lucha desde hace décadas contra las mentiras pretéritas. Bisnieto por vía materna del líder y guerrero apache Gerónimo, este historiador responde a ABC a través de correo electrónico, y poco antes de cruzar el Atlántico para acudir a las jornadas celebradas en Madrid. Las primeras preguntas son las obligadas:

-¿Cómo definiría usted el concepto de Hispanidad?, ¿debería unirse el mundo hispano en favor de un futuro común?

-Para mí, la Hispanidad es nuestro patrimonio. Los hispanos somos uno aunque elijamos identificarnos como uno u otro. La realidad es que estamos ligados por sangre; unir es una elección personal. Creo que la Leyenda Negra ha puesto freno a la unidad, pero educar al mundo hispano con la verdad es el camino. Sí me parece que hay más preocupación por mostrar los logros que por mostrar las verdades.

El bisnieto de Gerónimo habla como piensa: no esconde las verdades. Y, a pesar de los años que ha dedicado a puntualizar y destruir las falacias vertidas contra el Imperio español, admite que todavía queda mucho camino por recorrer: «En las comunidades nativas y en América en general queda el pensamiento adoctrinado de lo que hizo España. Nadie discute las escuelas, los edificios, las iglesias, la cultura o la tecnología, pero muy pocos hablan o se preocupan por ello». A cambio, parece que la sociedad solo quiere empaparse de las mentiras forjadas por los enemigos de la Monarquía Hispánica.

Borrego abre también un debate soterrado, el de la evolución del concepto de Leyenda Negra. «Todo el mundo necesita entender la verdad sobre ella, en especial la propia España. Hoy en día siento que es difícil distinguir qué es. Se ha transformado en una cuestión de lo que España logró en América, en lugar de aquello de lo que se la culpó», completa.

Aunque lo que más escama a nuestro entrevistado es esa enfermiza obsesión que muestran algunos políticos porque España pida disculpas por la conquista. «Lo he dicho muchas veces: no. España estuvo en lo que hoy es México durante 300 años. México ha estado al mando poco más de 200. Y recuerden, todos eran españoles el día anterior», finaliza.