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La Noche de San Daniel, la tragedia olvidada que hizo temblar el reinado de Isabel II

La manifestación pacífica de estudiantes que tuvo lugar en la Puerta del Sol la noche del 10 de abril de 1865 terminó en una auténtica carnicería por parte de las fuerzas del gobierno modernado de Narváez. Un trágico episodio que propiciaría la sublevación del Cuartel de San Gil (1866) y la posterior Revolución de 1868.

Boceto de la Noche de San Daniel, 10 de abril de 1865. (Bordier)

Irene Mira

Era ya de noche cuando la Guardia Civil y el Ejército irrumpieron violentamente en la emblemática y céntrica Puerta del Sol contra una manifestación de estudiantes. Aquel lunes 10 de abril de 1865 , lo que empezó siendo una protesta pacífica acabó en una auténtica masacre con once muertos y centenares de heridos. Un trágico episodio que ha pasado a la historia como «La Noche de San Daniel» , y que marcó la posterior Revolución del 68 .

«Una alteración de la tranquilidad pública, una descomunal batalla, que convirtió en campo de Agramente la Puerta del Sol, liza desigual entre el inofensivo pito y la bayoneta, sangrienta broma o simulacro serio que ha levantado densa polvareda en las regiones oficiales, inauguró la semana que el mundo cristiano ha bautizado con el nombre de Santa» relató Pérez Galdós , joven testigo del momento, en sus «Episodios Nacionales» años más tarde.

Caricatura Benito Pérez Galdó, por Moya en «Madrid Cómico»

Los estudiantes se habían concentrado en apoyo al rector de la Universidad Central de Madrid , Juan Manuel Montalbán , cesado de su cargo por el gobierno de Narváez al negarse a abrir un expediente al catedrático de Historia Emilio Castelar , un hombre muy crítico con la Monarquía. Éste había escrito dos artículos en el diario «La Democracia» en contra de la política económica que estaba llevando a cabo la Reina Isabel II , lo que molestó entre su gabinete, sobre todo porque Castelar se había saltado la prohibición de que los catedráticos expresaran sus opiniones en prensa.

Sin embargo, nadie se imaginó que esto podría terminar en un auténtico baño de sangre. Lo sucedido aquella noche simbolizó el ambiente crispado que caracterizaba en ese momento el Reinado de Isabel II y a la administración moderada, dispuestos, incluso, a hacer uso de la fuerza para mantener el «orden».

«Por la calle de Sevilla y Carrera de San Jerónimo había pasado la tragedia, dejando en las baldosas huellas de sangre. Los que allí aparecieron, no eran gente díscola y bullanguera, sino pacíficos señores que en nasa se metían; iban a sus casas-, salían del Casino o del café de la Iberia, pensando en todo menos en su fin inminente», contaba el mismo Galdós, que también se llevó algún que otro palo. Se produjeron diversos ataques, con disparos y bayoneta calada sobre cualquier persona que pasaba por allí, tuvieran o no que ver con la protesta. Tan violenta y sangrienta resultó ser la carga de esa noche que también se le llamó la «Noche del Matadero» que, de alguna forma, recordaba a los sucesos de los primeros días de mayo entre las tropas napoleónicas y los madrileños.

El «rasgo» generoso de Isabel II

El origen de este turbulento episodio se debió a la complicada situación de la Hacienda Pública, a comienzos de 1865. Las arcas estaban literalmente vacías, y el gobierno preparó una ley para llenarlas, que consistía en que la Reina vendiera parte del Patrimonio Real . El 75 por ciento de esa venta sería para el tesoro público, y el 25 restante para ella. Una medida que fue muy aplaudida por la mayoría de diputados que calificaron a Isabel II de «émula de Isabel la Católica» . Aquella ley se conoció como el «rasgo» , por la demostración generosa que había tenido la Soberana.

Isabel II junto a su hija la infanta Isabel. Palacio Real de Madrid

La prensa moderada también alabó el gesto real presentándolo como un gran signo de magnanimidad que la Corona tenía con el país para acabar con el problema hacendístico. Pero otros periódicos no lo vieron así. El diario «La Democracia» publicó dos artículos del catedrático Emilio Castelar muy críticos con esta ley, donde desengranaba las falsedades de la misma.

Emilio Castelar, catedrático de Historia

Los artículos titulados «¿De quién es el Patrimonio Real?» y «El rasgo» vinieron a demostrar que el gobierno estaba actuando a espaldas del pueblo y en favor de la Reina, la cual se estaba engordando el bolsillo con la cuarta parte de la venta de bienes nacionales, ya que el Patrimonio Real pertenecía en su mayor parte a la Nación, y no a los Reyes. Por tanto, lo único que estaba haciendo la Casa Real era devolver al país una propiedad que ya era del país, además de quedarse con una parte del patrimonio de éste. A tal postura se sumó enseguida la prensa demócrata y progresista. Las consecuencias de estos artículos supusieron el cese de la cátedra de Castelar, la destitución del rector, y, finalmente, «la Noche de San Daniel».

El autoritarismo de los moderados

El gobierno moderado no consintió la osadía de Castelar. Días más tarde, el ministro de Fomento Antonio Alcalá Galiano (dependiente también de la Universidad Central de Madrid) exigió al rector de la misma que procediera inmediatamente a abrir un expediente al catedrático de Historia. Sus razones fueron que éste había faltado a su juramento de «profesar siempre la doctrina de Jesucristo, obedecer la Constitución de la Monarquía y ser fiel a la Reina», además de saltarse la circular (publicada un año antes) que prohibía la libertad de opinión en las universidades en cuanto a las decisiones del Gobierno o de la Corona.

Narváez y González Bravo ordenaron a la Guardia Civil que cargara contra los manifestantes. Se inició un brutal ataque para todo aquel que pasaba por allí, incluido mujeres y niños que nada tenían que ver.

Sin embargo, Montalbán no destituyó a Castelar, ya que iba en contra de la Ley de Instrucción Pública , la cual impedía sancionar a los catedráticos por causas ajenas a su labor docente. Al negarse a cumplir los designios del gobierno de Narváez, se le destituyó de su cargo como rector, lo cual motivó la oposición de los estudiantes a tal medida y la solidaridad de la prensa madrileña que se alzó también en contra.

Dos días antes de la dramática «Noche de San Daniel», los estudiantes se concentraron en una primera manifestación pacífica frente a la casa del rector mostrándole su apoyo. Para ello, habían pedido permiso previo a las autoridades, las cuales dieron, primeramente, el visto bueno a los jóvenes. Sin embargo, la prudencia no sirvió como justificante para evitar el ataque de las autoridades la noche del lunes.

Ramón María Narváez, primer Duque de Valencia, por Vicente López Portaña, 1849. (Museo de Bellas Artes de Valencia)

Ese mismo día por la mañana se anunció que el cargo de rector había sido sustituido por otra persona. No hubo consuelo para los universitarios, quienes decidieron llevar su desaprobación frente a la Puerta del Sol. Narváez y González Bravo (ministro de Gobernación) se encontraban allí en el mismo instante en que aparecieron los manifestantes, y sin pensarlo dos veces, ordenaron a la Guardia Civil que cargara contra ellos, iniciándose un brutal ataque para todo aquel que pasaba por allí, incluido mujeres y niños que nada tenían que ver con la protesta.

La caída de un gobierno

Esa misma noche González Bravo explicó al Senado las medidas ordenadas por él para reprimir a los manifestantes, justificando el uso de la violencia de orden, porque se habían sentido «desafiados por los manifestantes». Ante su incapacidad para explicar lo que había sucedido, el ministro expulsó a la prensa y ordenó la censura en todos los periódicos al día siguiente. Varios de ellos salieron el día 11 con las portadas en blanco en forma de protesta y otros, como el diario liberal «La Iberia» dedicó su primera página a criticar las actuaciones del gobierno moderado:

«Las víctimas producidas por estos alardes de fuerza, por esta situación tirante que ha podido y debido evitarse, ¿sobre quién va a recaer? ¿Quién será el verdadero responsable? ¿Quién es aquí el perturbador? Siempre que manda Narváez suceden cosas semejantes; pero nunca hemos visto cosa igual á la que estos días está sucediendo».

Las consecuencias políticas de la «Noche de San Daniel» precipitaron la sublevación que pondría entre las cuerdas a Isabel II: el pronunciamiento del Cuartel de San Gil

En el Consejo de Ministros extraordinario que convocó Narváez para esa mañana, González Bravo recibió una lluvia de criticas de los ministros, especialmente de Cánovas del Castillo , Posada Herrera y Ríos Rosas, que lo acusaban de haber tomado medidas muy desproporcionadas. Pero fue, sobre todo, la bronca que mantuvo con Alcalá Galiano la que elevó la tensión hasta la tragedia. El que fuera hijo del heróico marino en la Batalla de Trafalgar , sufrió un infarto en plena reunión falleciendo al instante.

Antonio Alcalá Galiano, ministro de Fomento bajo el gobierno de Narváez en 1865. También hijo del marino Dionisio Alcalá Galiano que participó en la Batalla de Trafalgar.

Las consecuencias políticas de la Noche de San Daniel acabaron con el gobierno moderado de Narváez, que fue sustituido por el unionista O’Donnell . El nuevo gabinete se mostró deseoso de dar carpetazo definitivo al asunto de «El rasgo» compensando a Castelar por las molestias sufridas. Sin embargo, ya era demasiado tarde para tranquilizar los ánimos, pues todo parecía dispuesto para que una nueva sublevación pusiera entre las cuerdas a la Reina, el pronunciamiento del Cuartel de San Gil .

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