Paco Marsó, el gran amor y la ruina de Concha Velasco
La actriz llegó a confesar que le provocaba dolor verle y le habían dado dos infartos. Los cuernos y su adicción al juego marcaron su relación
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Iniciar sesiónPaco Marsó fue su gran amor. Compartieron algo más de 25 años de su vida y, aunque el matrimonio se separó en 2005, Concha Velasco no volvió a encontrar a nadie más. «No me he enamorado desde que Paco se fue. En casa ... todavía tengo sus fotos puestas. Cuando murió (en 2010), me di cuenta de cuánto lo querían mis hijos», reconocía la actriz vallisoletana en una entrevista. Nunca se planteó volver a encontrar la estabilidad en brazos de otro hombre: «No quiero novio, no lo necesito, estoy muy bien como estoy. De sexo estoy más que servida. Quiero un hombre que sea impotente y millonario». Y proseguía: «Los hombres de mi edad no están tan jóvenes ni tan guapos como yo», sentenció la actriz.
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Pero a pesar de ser el amor de su vida, Paco Marsó, fue también el hombre que más la hizo sufrir. Su matrimonio no fue nada fácil. Las desventuras y polémicas coparon infinidad de titulares en la prensa del corazón. El propio productor teatral llegó a reconocer en el programa 'Salsa rosa' que fue un hombre infiel con profesionales del sexo.
Aunque sus aventuras extramatrimoniales no fueron la única tónica de su matrimonio. También sus problemas económicos que, pese a que Concha Velasco llevaba trabajando desde niña y había ganado una buena suma de dinero, fueron una constante en su unión. En aquella misma entrevista de Marsó, terminaba reconociendo que tenía problemas con el juego y que hubo noches en el casino en las que llegaba a perder casi un millón de las antiguas pesetas. Los negocios que puso en marcha Marsó tampoco fueron muy bien, lo que terminó con un matrimonio con una economía nada boyante y muchas deudas con Hacienda. «Al divorciarme he ganado que cuando suena el timbre de casa no piense que es una citación judicial», llegó a decir la actriz en una entrevista.
Unos problemas con Hacienda que se extendieron hasta hace pocos años cuando la actriz anunció que había vendido su casa de la madrileña calle Princesa de Éboli para pagar las deudas. Una decisión que no fue nada fácil para ella. «He llorado mucho, pero de todo se sale», reconoció. Era uno de los problemas de su vida que más le preocupaban hasta ese momento, pero consiguió solucionarlo. «Ya no tengo ninguna deuda, puedo dormir tranquila», dijo la actriz en una entrevista. Tras la venta de su hogar se tuvo que mudar a un piso de alquiler. Con 72 años revelo en una entrevista para la revista 'Semana' que «tenía que haber ahorrado y no lo he hecho, pero qué se le va a hacer, soy hormiga y no cigarra«, afirmó.
En su matrimonio reconoció que no le gustó alternar, y prefirió siempre firmar los contratos en los despachos. «Cuando tenía la productora con mi marido era tremendo. Estaba harta de tanta cena y, mira, al final nos hemos arruinado igual, porque lo que había que hacer era llenar el teatro y hacer bien las cuentas para no perder», reflexionó en su momento.
Autoestima dañada
La autoestima es algo muy frágil que algunas conductas pueden resquebrajar, y Concha, en algún momento, notó que la suya se agrietaba: «Que cuenten públicamente lo de los cuernos en un matrimonio te arruina un poco la autoestima. Después de lo que yo he escuchado, no he tirado mi cabeza por el water ni por la ventana, pero me daba vergüenza bajar en el ascensor con gente. A mí esas cosas me lesionaron».
Durante años no quiso hablar de Marsó ni siquiera cuando en 2010 volvió a ser padre de una niña, Gabriela, fruto de su relación con la cubana Diosi. «No quiero hablar de nada porque a mí me dieron dos infartos, y no puedo hablar de estas cosas. No quiero hablar de las razones por las que no quiero verlo. Yo llevo una pastillita que me tomo todas las mañanas desde hace cuatro años porque eso me produce una depresión. No quiero ver a este señor porque me produce dolor. Las razones... no voy a hablar de ellas, pero deben de ser gordas y reales. Además, supongo que tener que vivir obligado con una persona a quien no quieres debe de ser muy tremendo, pero yo le deseo lo mejor para su nueva vida».
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