Carla Bruni, una Jackie Kennedy a la francesa y con guitarra

«El día que dejé a Teresa hizo unos gestos que no me gustaron». Lo dice Bigote Arrocet , que es como tener a María Teresa Campos en la tele, pero sin tenerla. La Campos ya es un tema televisivo, prácticamente infalible, como la Jurado , o Pantoja , o Letizia , y disculpen la comparación. Arrocet dijo adiós a Teresa, y así dejó a la novia que ahora recupera. Para darle piropos al revés en la tele.

Ha muerto la madre de la Pantoja. Quiere decirse que ha muerto doña Ana , pero nunca las muchas madres de Pantojas que en el mundo han sido. Y serán. La eterna madre protectora, ambiciosa e insomne de las niñas tantas del mundo que quieren ser artistas.

Carla Bruni vuelve a la pasarela, mientras a Nicolas Sarkozy le cae un año de cárcel por financiación irregular de campaña. Carla y Nicolas reúnen así un pasado que se asoma mucho al futuro, cada uno en su oficio. Carla ha vuelto a un empleo que nunca le gustó, el de maniquí, porque la firma Balmain se ha montado un autohomenaje, aprovechando que su diseñaor, Olivier Rousteing llevó diez años el timón del tinglado. Hasta le felicitó Beyoncé . Pero a lo que íbamos. Carla Bruni. Con el amor de Sarkozy, logró la popularidad planetaria de Madonna , e incluso más, solo que metiéndose a la faena política, de consorte sorpresa. Lo suyo con Sarkozy fue rápido, casi urgente, como un divorcio exprés, pero al contrario. Luego, ha ido dando algunos conciertos por ahí, que es lo que hacía, a ratos, hace años, cuando era maniquí melancólica, y bien pagada. No hace tanto, estuvo en España, de concierto. Pero de concierto propio, porque ella ha sido musa de rockeros, pero sobre todo musa de sí misma. O sea, que compone. O sea, que le da al vicio de la guitarra. O sea, que habla del amor con micro de susurro. Hace nada, total cuatro tardes, aún la llamábamos Carla, que es como la llamaban Mick Jagger o Eric Clapton , dos de sus novios antiguos. Ahora es señora de Sarkozy, la Bruni. Yo no sé si va a quedar entre las cantautoras o maniquíes de los noventa, que es su época mayor, pero sí va a quedar como una especie de Jackie Kennedy a la francesa y con guitarra de poeta.

En ese gran día parisino de la moda, con la apoteosis de Balmain, reapareció en París Naomi Campbell . Tiene más de medio siglo, y está impresionante, con esa cosa de atleta de erotismo que siempre ha tenido. Aupó, allá por los noventa, a la maniquí en una figura del couché, y desde ahí todo seguido hasta hoy, con alboroto de novios donde nos sale el nombre de Joaquín Cortés , si miramos al pasado ya un poco lejano. Cambia a menudo de novio, desde el rapero Skepta a Vladislav Doronin , un ruso forrado, pero la verdad es que siempre la vemos soltera. Campbell es ya un mito en su oficio, y con ella están Claudia Schiffer , Cindy Crawford , o Kate Moss , y algunas otras estrellas de los noventa, cuando las modelos se titularon famosas, o archifamosas, como si fueran futbolistas con wonderbra, futbolistas de la pasarela, o el calendario Pirelli. Nos cuesta verle heredera.