La Despensa
Amanita ponderosa: la seta de primavera que crece bajo tierra con la forma de una patata
Conocida también como gurumelo, esta rareza micológica es muy apreciada por su dulzor y su carne prieta perfecta para ser asada o guisada
El mejor repostero de chocolate de España está en esta pastelería centenaria de Alcázar de San Juan (y tiene tienda en Madrid)

Hay setas más allá del otoño, sí. Algunas tan raras y exquisitas como el gurumelo (Amanita ponderosa) que nacen estos días en el suroeste de la península para delicia de los gourmets que aprecian el dulzor –con un marcado sabor a tierra– y su ... carne prieta. A simple vista, y en su fase temprana, este hongo parece más bien una patata.
De hecho, crece bajo el suelo dificultando su recolección que coincide justo estos días –y se puede prolongar hasta abril– en las dehesas de encinares y alcornocales onubenses de comarcas como las de del Andévalo, la Sierra y la Mina. También se encuentra en zonas del sur de Extremadura.
Es poco conocida fuera de sus territorios y su identificación es prácticamente imposible para alguien que no conozca cómo nace. Apenas abulta y agrieta el suelo cuando intenta salir a la superficie. Además, no es recomendable cogerla si no se está muy seguro –como cualquier otra– ya que se asemeja y coincide en el tiempo con una seta mortal con la que puede ser confundida, la Amanita verna –conocida como cicuta blanca–.

Sin embargo, es verdadero tesoro de la cocina popular para quienes salen estos días a buscarla o tienen la suerte de encontrarla en su frutería –también se puede comprar en tiendas online como Petramora–. Coincide en el tiempo con otra joya fúngica que nace bajo la superficie, las criadillas de tierra (Terfezia arenaria), y que son un verdadero manjar cocinadas en tortilla –como la de patatas–.
Los gurumelos se pelan para retirar toda la tierra que los recubre. Tienen un recubrimiento, también comestible, que se llama volva y que en una fase joven los envuelven por completo llegando a crecer bastante –se pueden encontrar ejemplares de hasta 8 centímetros de diámetro–. Por sus formas caprichosas y tamaños dispares es mejor cortarlas en trozos parejos.

Se pueden asar, confitar y saltear –un ajo, un poco de mantequilla, romero y sal bastan en una sartén para sacar todo su potencial–. Pero dónde realmente brilla este hongo es en los guisos. Los más sencillos, solos con patatas o con legumbre. Los más historiados, en estofados de carne de caza –venado, jabalí, corzo...–. También son perfectos para arroces melosos.
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