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Escuela de padres

Esta es la historia de cinco mujeres que se han convertido en «supermamis»

Afirman con orgullo que han logrado tener una buena relación con sus hijos, no gritar, que obedezcan y sobre todo «disfrutar de ellos»

Esta es la historia de cinco mujeres que se han convertido en «supermamis» de san bernardo

laura peraita

Llegué a la Escuela de Padres desesperada. Con mi hija solo tenía discusiones. Sus rabietas eran constantes e interminables. Podíamos estar un par de horas gritando y, cuando llegaba mi marido a casa y yo le contaba la trastada del día..., otra vez peleas; ahora de él con la niña. Así día tras día. Era un infierno. Me sentía agotada. Hundida. No tenía fuerzas para atender la casa, a la niña, al marido, el trabajo», confiesa Rocío, una de las madres más jóvenes y alumna de la Escuela de Padres que dirige Susana de Cruylles, psicóloga clínica y terapéuta familiar del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares (Madrid) .

El problema –añade Belén, otra alumna– es que «cuando hablas con otras madres dicen que sus hijos son más o menos obedientes, estudian, cumplen los castigos... vamos, que son angelitos. Los nuestros ¡el mismísimo demonio! –se lamenta–. Entonces te sientes la peor madre del mundo porque todo lo haces mal. Dudas mucho y no sabes cómo actuar para que se porten bien».

«A ello se suma –indica Carmen, otra madre– las etiquetas que te ponen los familiares: "eres muy permisiva", "le consisentes todo", "eres su esclava"... Llega un momento en que no puedes más».

Dar el primer paso

Sentimiento de desolación, frustración, incertidumbre, soledad... Así es como llegan los participantes a esta escuela de Alcalá de Henares que lleva siete años funcionando. «Acuden porque reconocen que tienen un problema y quieren solucionarlo –asegura Susana de Cruylles–. En la escuela hay varios grupos: unos dedicados a la prevención de posibles malas relaciones padres e hijos , otro enfocado a dar solución cuando el problema se ha instalado en casa y, un tercero, para ayudar a padres con hijos que padecen problemas mentales. Mi función es ofrecerles las herramientas necesarias y un temario de mejora de la educación para demostrarles que ellos tienen el poder de cambiar la situación en sus familias».

En las sesiones, y en grupo, analizan cada caso, en qué fallan los padres y cómo aplicar nuevas pautas.

De Cruylles asegura que no es fácil meter normas nuevas en casa, pero la constancia y firmeza son fundamentales . «No hay fórmulas mágicas que por aplicarlas una vez se logre, por ejemplo, que el niño deje de montar un numerito cada vez que no se le compre algo en el supermercado . Es necesario un aprendizaje continuo por parte de padres e hijos. Las cinco mujeres del curso que acaba de finalizar lo han logrado».

Ganar autoconfianza

Tras once sesiones de algo más de una hora, estas madres tienen muy claro que deben poner límites a su hijos, ser firmes en la imposición de normas, pero con amor, y reforzar su comportamiento positivo. Ellas sienten que han ganado en autoconfianza porque saben cómo actuar ante los constantes retos de sus hijos. Ya no dudan.

Aseguran con gran orgullo: «!Lo hemos conseguido!». Han logrado llevarse bien con sus hijos, que obedezcan, que no haya gritos. .. y, sobre todo, disfrutar de ellos. Se han hecho un grupo en whatsApp llamado «supermamis». Escriben para pedirse consejo, desahogarse si ha habido tensión con sus hijos, felicitarse si todo ha ido bien...

Reconocen que no todos los días son de color de rosa. Cambiar la situación de casa no es sencillo. Los hijos vivían de una manera y ahora pretenden que todo sea diferente. « Yo he aprendido a ser muy tajante cuando castigo a mi hijo. Le explico que ha actuado mal y tiene que asumir por ello una consecuencia negativa. Le enseño a cumplir la norma y a que se de cuenta de que en realidad es él, y no yo, quien decide si está castigado o no según decida comportarse bien o mal», dice Sofía.

Rocío confiesa que ha logrado no gritar a su hija. «Me han enseñado a aplicar el control. Ahora sé que cuando tiene una pataleta no debo hablarla. Mejor alejarme. Cuando esté tranquila debo acercarme y perdonarla, pero nunca, nunca, levantar el castigo, aunque me de mucha pena».

Natalia sabe ahora que no debe tratar a su hija de tres años como si fuera más mayor ni llenarla de responsabilidades que aún no la corresponden y que la agobiaban. « He comprendido que debo tratarla más acorde a su edad, jugar con ella , y a lo que ella quiera no a lo que a mi me convenga».

Las «supermamis» quieren lanzar el mensaje de que no ocurre nada malo por ir a una escuela y recibir ayuda de un experto en Psicólogía. «No significa que estemos locas. Todo lo contrario, nos hemos convencido de que ya no somos malas madres».

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