Análisis
María Guardiola, las relaciones PP-Vox y la domesticación del señor feudal
Todo parece indicar que en Extremadura las cosas transcurren con normalidad. Y su presidenta lo sabe y lo trabaja
María Guardiola reclama 10.533 millones de euros de deuda histórica del Estado con Extremadura
Madrid
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Iniciar sesiónEl entrenador personal del alcalde de Madrid –dos veces a la semana a primera hora en Cibeles– es de Badajoz y tiene una vis política. Este jueves, antes de presentar en un desayuno en el Club Siglo XXI a la presidenta de Extremadura, María ... Guardiola, el primer edil de la capital le preguntó por ella, oriunda de Cáceres. Entre 'burpees' y sentadillas, el monitor respondió lo siguiente: «La gente está contenta porque están haciendo muchas cosas». La apreciación es tan personal como el ejercicio del alcalde, pero lo cierto es que todo parece indicar que en Extremadura las cosas transcurren con normalidad. Y Guardiola lo sabe y lo trabaja. A eso ayuda, cómo no, que los socialistas aún no se hayan recuperado del shock de perder un poder que consideran suyo por derecho y que, además, el PSOE esté inmerso en un difuso proceso de sucesión.
Una buena manera de medir la categoría política de los presidentes autonómicos es ver cómo se desenvuelven en Madrid: a cuánta gente arrastran y qué mensajes envían. En sentido inverso, algo que al establishment capitalino le cuesta asimilar es que fuera de Madrid la vida discurre de otra manera, pero los votos cuentan igual. Dicho de otro modo:el inmenso ruido político nacional no tiene por qué trasladarse al autonómico. Es obvio que la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, está cómoda en esa realidad, pero Madrid es otro mundo. En Extremadura, Guardiola ha conseguido que la transición haya sido tranquila, algo como lo que hizo Juanma Moreno en su primera legislatura andaluza. Un importantísimo dirigente histórico socialista lo definió así: «El gran éxito de Moreno es que ha conseguido que los andaluces no se hayan enterado de que el PSOE ha dejado de gobernar». Dicho de otro modo: a la chita callando ir cambiando el régimen clientelar sin pisar callos. Que la gente esté «contenta» como la familia del entrenador que tiene a Almeida en plena forma corriendo diez kilómetros por debajo de los 50 minutos. Cambio, sí, pero tranquilo.
Lo sorprendente de Guardiola es que parece haberlo conseguido seis meses después de haber pegado el petardazo más fuerte de la precampaña electoral de las generales, cuando calificó al negociador nacional de Vox, Jorge Buxadé, como «el capataz del señor feudal», en referencia a Ángel Pelayo, dirigente regional del partido de Santiago Abascal. Quedaba un mes para las generales y en La Moncloa aplaudían con las orejas. Gracias a Guardiola –y a Borja Sémper una semana antes– los pactos del PP con Vox fueron el tema de campaña. La izquierda lo hizo muy bien y la derecha muy mal. Exactamente al revés que en la del 28M, cuando el tema principal fueron los terroristas en las listas de Bildu, ese socio socialista. Así le fue al PSOE.
Han pasado seis meses. Sémper no sólo no fue ministro en julio, lo cual no depende de Alberto Núñez Feijóo, sino que ha perdido influencia en la nueva estructura popular. ¿Y Guardiola? Tuvo que aguantar dos chaparrones: el de la derecha cuando dijo aquello y el de la izquierda cuando se desdijo y metió a Vox en su Gobierno. La izquierda la entronizó primero y la vapuleó después. La derecha la había entronizado cuando ganó y la rechazó cuando se dejó llevar y levantó la voz. ¿Y ahora?
La perspectiva que da el tiempo ofrece algunas claves. Después de todo, en Génova aseguran que están satisfechos, que no les genera ningún problema. Al final, de los cuatro pactos en los que el PP dio entrada en el Gobierno a Vox, el de Guardiola es el que terminó teniendo una presencia menor: la Consejería de Gestión Forestal y Medio Rural, que en determinados ámbitos populares se denomina con sorna como «media consejería». Nada que ver con la negociación apresurada que protagonizó Carlos Mazón, que urgido por los golpes de pecho de Sémper acabó entregando mal y pronto tres consejerías y una vicepresidencia. Todo con tal de atajar la sangría en la opinión pública y de sacar del Gobierno a Carlos Flores y su condena por maltrato 20 años atrás.
Por todo ello resulta significativo que al desayuno de este jueves en Madrid acudiera el consejero de Vox, Ignacio Higuero, que escuchó atento y sonriente la intervención de su jefa. El pacto entre dos partidos que se entendieron a la fuerza transcurre con una naturalidad sorprendente e Higuero parece totalmente integrado, algo que parecía mucho más difícil con su antecesora en el cargo: la influencer agrícola y ganadera Camino Limia, que renunció a los dos meses y que era mucho más proclive a meterse en líos.
El paralelismo entre Guardiola y Moreno no se puede extrapolar a la personalidad política que empieza a adquirir la extremeña. De hecho, se hace difícil imaginar al andaluz llamando «señor feudal» a nadie. Él se ha demostrado un maestro en salirse de los planteamientos binarios que la izquierda trata de imponer a la derecha. Como dice un colaborador cercano, es un especialista en hacer «triangulaciones» que le sacan del blanco/negro. A él y a la derecha.
En su forma de expresarse tiene paralelismos con Ayuso: busca poner un pie en la calle y en su generación
En su forma de expresarse, Guardiola guarda paralelismos con Ayuso porque busca poner un pie en la calle y en su generación, que es la que ya ocupa la mayoría de los puestos de poder en España. En su discurso citó a Machado, sí, pero también al columnista y poeta Ángel Antonio Herrera y al grupo de rock Extremoduro, que lidera el también poeta Robe Iniesta. Y, pese a estar en Madrid, o tal vez por eso, Guardiola no se arredró y aprovechó para pegarle duro a Sánchez. Denunció que ni le ha llamado ni le ha convocado, algo que sí ha hecho el Rey en La Zarzuela. Le dijo que el Estado tiene una deuda histórica con Extremadura de 10.500 millones, que no sólo tiene abandonado el desarrollo ferroviario de la comunidad sino que llegó a inaugurar una estación «fantasma» y que tampoco resuelve al persistente problema con la niebla en el aeropuerto de Badajoz. Incluso, levantó con sus dos manos un mapa para reflejar su lista de agravios en infraestructuras. Y concluyó, retadora: «Mientras Sánchez cede al chantaje de los independentistas, Extremadura clama Justicia».
El disco de Extremoduro que Guardiola citó en el Club Siglo XXI se titula 'Agila' e incluye una canción que dice: «Puede que me deje llevar, puede que levante la voz, puede que me arranque sin más, a ver qué me dice después». Podría cantarla la Guardiola que llamó «señor feudal» al señor de Vox, mitad visceralidad, mitad inexperiencia. A tenor de su intervención en Madrid da la sensación de que la Guardiola presidenta ya no se va a «arrancar sin más» por lo que se le pueda decir «después», pero también da la impresión de que tampoco se va a callar.
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