Canción de amor

El que viene a Córdoba no se lleva nada del alma de Córdoba, eso es un anuncio de agencias de viajes. Es Córdoba la que toma el alma del viajero y la incorpora a su libro de almas. Para eso, el viajero debe hacer algo más que pasar por Córdoba y mirar sin ver algunas cosas bellas. Córdoba maternal, tan ancha de corazón, tan acogedora, se ha ido haciendo de variada gente. Los que han nacido y los que han venido. Todos se alegran de verse por las calles y les importa lo que el prójimo les diga, porque saben anticipadamente que no será desagradable. Por eso está en Córdoba el cielo tan azul , y el ambiente, sosegado. «Estando ya mi casa sosegada». Uno llegó a Córdoba cargado con otro amor de tierra, que mantiene inalterado. Uno se declara polígamo de la tierra. De las pocas tierras en las que tiene hincadas las raíces del alma. El ser tiene muchas maneras de ser, y todas lo complementan. Ser un hombre de tierras es una manera que el ser tiene de ser. De la tierra se es por amor y sin fanatismo. Únicamente hombres completamente tontos de todos los órganos del cuerpo, como Torra, Puigdemont, Junqueras, Urkullu, Ortúzar , y minerales así, pueden considerarse orgullosos de ser de aquí y no de allí, como si el ser no lo dieran la cabeza y el corazón antes que la tierra. Como si haber nacido en Barcelona o en Bilbao fuera un mérito y no una casualidad. Según esa tesis, ser como el árbol de Guernica o la montaña de Montserrat, antiguos e inmóviles, constituye el ideal al que deben aspirar los alumnos de las escuelas nacionalistas.

Nacer aquí, crecer aquí, aburrirse aquí y morirse aquí , después de haber sido una duradera piedra en el camino y en el zapato del progreso humano. Para gente así, la plural vida eterna tiene que resultar insoportable. Según Benedicto XVI , el Papa intelectual, el limbo no existe, es una «hipótesis teológica». Pues habrá que crearlo, para alojar a toda esa gente que se ha pasado la vida en el limbo y es una hipótesis de la inteligencia. Hasta que la muerte no nos separe. Uno tiene pensado hablar de Córdoba en su discurso de defensa en el Juicio Final. También antes, en la evaluación previa a que se refiere San Juan de la Cruz: «Al atardecer de nuestras vidas, seremos examinados en el amor». Como en lo poco que escribió fue sublime sin interrupción, mi querido José Hierro me dijo que, para él, San Juan de la Cruz era el más grande poeta que ha dado España. Si en las pruebas de acceso al paraíso computa el amor a la tierra, uno llevará el examen del amor aprobado por parciales.