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Pretérito imperfecto

Pues sí, era ilegal

El revés al tanatorio en San Rafael revela cómo la irresponsabilidad tiene carta blanca cuando quienes pagan son otros

Terrenos que iba a ocupar el tanatorio municipal de Córdoba Valerio Merino
Francisco Poyato

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Cecosam , o la funeraria municipal de Córdoba, fue un invento de Rosa Aguilar y Pepe Mellado allá por 2002 ungido por sus congéneres UGT y Comisiones Obreras, lo cual desató una de tantas batallas intestinas sindicales con las huestes de la ... CGT. Recordarán aquellos señores de negro con ataúd en la puerta de Capitulares o los compañeros del metal con la megafonía del auto circundando la sede del gobierno local. ¿Y para qué se metía un ayuntamiento en un lío como ese? Una supuesta comunista y un socialista esgrimieron entonces la fórmula de una sociedad anónima para «salvar los servicios funerarios» municipales que arrastraban una cuarentena de trabajadores y ciertas pérdidas que en la época podían chirriar. Como casi siempre ha pasado en la Casa de todos los cordobeses, a pequeños problemas, problemas mayores como solución. Nacía una competidora directa de funerarias privadas con dinero de todos, más grasa pública y un nuevo coladero para hacer carnés del sindicato y seguir ganando la guerra por controlar la maquinaria laboral municipal, que es una forma indirecta de controlar el ritmo de la ciudad. El malestar que despertó la medida en el entorno empresarial -a priori, el más perjudicado- fue el justo y necesario. Cecosam era una pieza más con la que se negociaban otras cuestiones en una cafetería del centro de Córdoba entre lo público y lo privado.

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