Pertérito imperfecto
El río del bosque
El río parece escondido entre una vegetación frondosa asilvestrada. Distante en la cercanía pese a la impronta de su historia
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Iniciar sesiónA estas alturas no sabemos si vivimos de espaldas al río en Córdoba —como la literatura política y urbanística nos ha inculcado durante tanto tiempo— o el propio Guadalquivir se cansó de esperarnos y se ha recostado entre una maleza que nos ... lleva a preguntarnos, realmente, si su serpenteante cuerpo ha mudado en bosque fluvial para protegerse de nosotros. Nunca fue un cauce jovial y exuberante sino más bien prudente, a veces aprensivo, marcado por el nivel medio de su curso. Otras, desbordante sin medida. Nunca en su justa medida. Aprendió a ser como la propia ciudad, o ésta se mimetizó en el carácter de su río —no estaría mal curiosearlo—.
Si sumáramos el dinero gastado entre las márgenes del Arenal y el azud de Casillas en las últimas décadas nos saldría un alforja de millones sorprendente y que aún nos impactaría más por el insuficiente efecto que ha alcanzado en la vida del tramo más urbano en ambas márgenes. Dos puentes nuevos, varios paseos y parques circundantes e interiores como los Sotos de la Albolafia , restauración de molinos y riberas intramuros, la intervención de la Torre de la Calahorra y el Puente Romano y todo su entorno monumental, museos y colmenas contemporáneas milmillonarias; muelles, recintos feriales con estadios, pescódromos y viviendas... Islas de esculturas e ínsulas de fantasmales proyectos palaciegos (casinos, hoteles de superlujo, auditorios, promenades y demás grandilocuencias de los poetas del compás).
Sin embargo, el río parece escondido y amedrentado entre una vegetación frondosa asilvestrada. Conformista y reservado. Distante en la cercanía. Ahora que el confinamiento nos reconcilió a la fuerza con su cauce en nuestros paseos interminables hacia alguna parte, dudamos de si caminamos por un bosque en el que hallamos al río fuerte e histórico que tantas veces nos contaron: romanos navegando por su imperio, omeyas fortificando su esplendoroso califato o cristianos santificando en sus aguas la defensa de su fe. Y es precisamente así como su historia nos atestigua cómo se vivía en el Guadalquivir . Reveladoras siguen siendo esas fotografías de la pasada centuria en que la canícula conformaba el escenario de una playa costera y centenares de cordobeses sumergidos en sus aguas para espantar el calor, o arrojándose a ellas ufanos de cualquier preocupación. O el ganado marcaba el tiempo pastando en sus orillas de forma plácida y pintoresca.
El Ayuntamiento prepara ahora una limpieza a fondo del tramo más urbano: los poco más de seis kilómetros que transcurren desde el puente Ibn Firnás y el pragmático paso por la autovía A-4. Hacía siete años que las máquinas no bajaban arremangándose para quitar lodos, suciedad —difícil de ver hoy por la frondosidad de la pantalla vegetal que va ganando cuerpo— y abrir paso a las sendas que andan en paralelo a las riberas. Fue entonces como ahora un primer paso municipal en una cuestión llena de dudas jurídicas y técnicas sobre la responsabilidad del mantenimiento del Guadalquivir , que a la hora de retratarse con fondos tiene menos padres que cuando surge la foto inaugural. No hay que olvidar que las grandes actuaciones para mejorar el encauzamiento corrieron a cargo del Gobierno a finales de os años noventa con más de 60 millones de euros de inversión, aunque parte de ese ambicioso plan sigue durmiendo el sueño de los justos en un cajón.
El mantenimiento del río es una necesidad indiscutible y su potencial, una asignatura pendiente de la que no podemos estar ajenos.
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