La Graílla
El fuego redentor
Sentir respeto por Julio Anguita es compatible con pensar que la estación necesita un nombre con más consenso
La noria del escudo (10/2/2024)
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Iniciar sesiónLos irreductibles que veneran el fuego que les transmitió el taumaturgo y los mitómanos de aquella Córdoba que se complacía en tener un alcalde que iba a contracorriente del resto de España han demostrado la importancia de tener objetivos utópicos para al menos quedarse ... con los mejores de los posibles. Pocas horas después de la muerte de Julio Anguita quisieron que la plaza de la Corredera tuviese su nombre.
Casi todo el mundo pensó con razón que era un exceso que él mismo tampoco hubiera querido, pero cuando han pasado casi cuatro años han conseguido que el Ayuntamiento pida que se rotule con su nombre la estación del AVE.
Sentir respeto por la coherencia personal, austeridad e independencia intelectual del Califa Rojo es compatible con pensar que un lugar al que tienen que llegar cientos de miles de viajeros todos los años, y que debe en parte identificar a la ciudad en el exterior, necesita un nombre con un poco más de consenso social.
Julio Anguita cosechó 17 concejales de 27 sin duda por haber sido capaz de convencer a muchos, pero en sus últimos años patrocinó con entusiasmo la ofensiva totalitaria y populista de Pablo Iglesias. Se difundió aquel vídeo en que se mofaba de quienes levantaban el puño -«¿Estará haciendo gimnasia?»- y después robaban el dinero público que estaba para mejores cosas, pero dolía verlo con la monserga de la inmatriculación de la Mezquita-Catedral, cuando él mismo como maestro e historiador sabría para sus adentros que no era más que un montaje.
En los años 90 fue el vecino famoso que en el Congreso de los Diputados clamaba contra el poder con excelente oratoria y los principios en la mano, y que se remitía al contrato con los ciudadanos, aquello de «Programa, programa, programa», a la hora de suscribir acuerdos con otros.
Conforme avanzaba el siglo XXI quedó en una cierta caricatura en la que hasta el nombre del colectivo Prometeo, que está detrás de la idea de dedicarle la estación, queda como una fatuidad pedante de una izquierda iluminada que tiene que redimir a las gentes de su alienación e ignorancia.
No deja de tener su lógica que en sus tiempos postreros se le viera sobre todo en el llamado centro social Rey Heredia, un colegio vacío del que la izquerda antisistema se incautó por el método de la patada en la puerta con el consentimiento trémulo del mismo partido que ahora concede su mayoría absoluta a quienes no se la dieron.
El tiempo dirá si esto que para unos es una conquista y para otros una claudicación incomprensible se lleva a cabo. Por dos veces pidió el Pleno municipal por unanimidad que la terminal se llamase Luis de Góngora y luego no hubo voluntad para buscar el dinero con que pagar la señalética, pero el gran renovador de la poesía española no tenía un pelotón de funcionarios y jubilados sin otra ocupación que conseguir que los viajeros crean que Córdoba sigue siendo una aldea gala del comunismo que de vez en cuando se arrienda a los liberales.
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