apuntes al margen
Anguita y la estación
El primer alcalde de la democracia demoró dos décadas la solución con sus decisiones
Sumar, el PCE, Anguita
Córdoba
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Iniciar sesiónEl Colectivo Prometeo, un grupo de pensamiento orientado por Julio Anguita hasta su muerte hace ahora cuatro años, ha iniciado una campaña de recogida de firmas con el objetivo de que la estación de ferrocarril de Córdoba lleve el nombre del primer alcalde de ... la democracia. Se trataría del homenaje que no ha acabado de efectuarse desde que se produjo su fallecimiento, hondamente sentido en Córdoba.
La iniciativa tiene ya el compromiso de Izquierda Unida, partido que fundó el propio Anguita como carátula electoral del postcarrillismo, y de Podemos, organización en la que el político cordobés tuvo una enorme influencia en vida por la vía de su contacto estrecho con el grupo fundador. En concreto, con el actual director de Canal Red y guardián de las cada vez menos esencias moradas, Pablo Iglesias.
La pretensión planteada contraviene, así de primeras, el acuerdo general alcanzado en el Pleno por todos los grupos para que la estación se llame Luis de Góngora. No hay que esforzarse mucho para encontrar en los archivos un pronunciamiento plenario instando a ADIF a que rotulase el centro ferroviario de transportes con el nombre de un tal Luis de Góngora, quien según dicen tuvo algo que ver con la literatura en español durante su siglo de oro.
Ya les adelanto que el propietario de la estación siempre se ha negado a tomar tal decisión porque exige que la ciudad corra con todos los gastos que supone la operación de redenominación de las instalaciones. Desde el primer cartel hasta el último aviso luminoso. En esas condiciones, los sucesivos alcaldes siempre han dicho lo mismo: que Luis de Góngora no va a sufrir por una estación más o menos a su nombre.
Éstos son todos los alcaldes que han gobernado Córdoba y sus partidos
Baltasar LópezEn el presente ciclo democrático, la ciudad ha tenido nueve regidores, pertenecientes a PCA (IU), PP y PSOE
Lo curioso del caso es que si hay unas instalaciones que no deben llevar el nombre de Julio Anguita son, precisamente, las de Renfe. Su política como alcalde de Córdoba sobre esta materia concreta se ha señalado en no pocas ocasiones como desastrosa para los intereses generales. En sus dos mandatos, Anguita despreció un acuerdo firmado por el Gobierno central y la ciudad que habría adelantado dos décadas el famoso cosido de ciudad. La decisión obedeció, según todos los indicios, más a una cuestión ideológica -la negociación se adoptó por la corporación del tardofranquismo- que a una razón práctica.
Si se toman la molestia de consultar los planos de aquella operación de 1976, se calcó lo que tanto tardó en llegar. Las vías quedaban soterradas, se construía una nueva estación (2.300 millones de pesetas) y se reservaba dinero para una nueva en El Higuerón para mercancías. El dinero salía de la venta de terrenos liberados generando zonas verdes y una gran avenida lineal. El Consistorio, que tuvo que comprar finalmente los aprovechamientos, se limitaba a cubrir el déficit. Decir que el Plan Renfe que finalmente se puso en pie fue una operación sin mácula especulativa es, sencillamente, mentir.
El problema estriba en que todo lo que tiene que ver con Anguita o entra dentro del terreno de la hagiografía del califa rojo o no cuenta. No existe, no ha existido nunca, un Gregorio Morán -su historia de los comunistas españoles es todo un hito- que se atreva a una exégesis mínimamente crítica y justa con la labor política del primer alcalde de la democracia, cuya figura se encuentra a cinco minutos de reconocérsele poderes taumatúrgicos. Siquiera la posibilidad de que su gestión fue limitada, poco brillante o directamente perjudicial en aspectos concretos (es decir, humana) está fuera de toda opción. Aún así, Prometeo robó el fuego, el conocimiento, al mismo Zeus para dárselo a los hombres. O eso dicen.
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