desde mi rincón
¡Qué grande eres Córdoba!
El día que aprendamos a caminar unidos, ese día no habrá pueblo que nos adelante
Córdoba
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Iniciar sesiónAhora que los políticos están de vacaciones y no generan malas ni vergonzosas noticias, he pensado en dar mi particular y muy personal opinión sobre cómo somos realmente los ciudadanos de esta maravillosa ciudad que es Córdoba. A ello me dispongo.
Decir antes de ... nada que no todos somos iguales. En eso espero coincidir con mis lectores. Sin por ello dejar de reconocer que, siendo diferentes, todas y todos los que de una u otra manera hacen Córdoba son personas extraordinarias. Dicho eso, son muchas las personas que han dado su opinión sobre las cualidades, limitaciones y costumbres que nos definen.
Unos piensan que los ciudadanos de Córdoba somos «muy de dictaminar». Propensos a emitir opiniones sobre algo, sin dudar de nuestro personal criterio. De ahí nace el senequismo que algunos nos atribuyen. Sobre eso me remito a la obra de nuestro también paisano Antonio Gala, 'Séneca o el beneficio de la duda', en la que el escritor describe a un personaje tremendamente humano y contradictorio. Dejo que cada lector piense si el senequismo es algo inherente a nuestro carácter y en qué consiste.
Recordando otras opiniones traigo a la memoria la del sevillano Manuel Pimentel cuando dice de Córdoba que es «una ciudad serena e intimista», es decir, respetuosa. ¡Vamos!, que la actitud de los cordobeses ante los demás es de reconocer sus méritos y valores. Buen piropo viniendo de un sevillano.
Traigo ahora la de un cantaor, Manuel Moreno Maya 'El Pele', cuando dice que «Córdoba suele buscar fuera lo que tiene dentro». Opinión que coincide en parte con la del catedrático Desiderio Vaquerizo que afirma que «la ciudad debería creer más en sí misma». Seguro que habrá tantas opiniones como ciudadanos hay en Córdoba. Y en todas hay algo de razón.
Ahora me atrevo a dar mi particular opinión convencido que ni es la mejor ni la más acertada. Pero es sincera. Córdoba es una ciudad maravillosa. Sus habitantes tienen un potencial que ni nosotros mismos lo creemos y valoramos. Somos acogedores con los que nos visitan y, entre nosotros, propensos a la conversación y a la tertulia, algo que se desarrolla en nuestros afamados peroles.
Pero en ellos dogmatizamos con demasiada frecuencia. Nos cuesta perdonar el triunfo ajeno, cosa que nos lleva lanzar extramuros a los triunfadores, por más que ese triunfo se haya conseguido en buena lid. Por último, somos incapaces de unirnos como pueblo para defender lo mucho que la historia y nuestros antepasados nos han legado.
El día que aprendamos a caminar unidos, admirando y apoyando el éxito de nuestros paisanos, ese día no habrá pueblo que nos adelante. Puede que mis palabras sólo demuestren que cada día quiero más a Córdoba. Pero es lo que siento y así lo digo. ¡Qué grande eres Córdoba!
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