Pasar el rato
De la Iglesia Católica
Toda su labor social está basada en el amor; para reconocer sus méritos no hace falta creer en Dios
El sepulcro
El tren que sí pasa dos veces
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Iniciar sesiónEl fundamento de la Iglesia católica es el amor. Todo lo demás son matices. Una religión que manda amar incluso a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias, por fuerza tiene que resultar sospechosa a Pedro Sánchez y a Pablo Iglesias. «Ama y haz lo ... que quieras», porque el amor, por su propia naturaleza, tiende al bien. Mi admirado Albert Camus, que era ateo, pero escribía como si le inspirara Dios, dijo en sus Carnets que si él escribiera un libro de cien páginas sobre moral, noventa y nueve estarían en blanco, y en la última, esta única anotación «No conozco sino un solo deber, y es el de amar». El domingo pasado se celebró en Córdoba el Día de la Iglesia Diocesana. Destaca este periódico que la aportación directa de los fieles cordobeses a su Iglesia ha subido un 14%. Algo tendrá el agua bendita cuando la pagan, aunque sea gratuita. Y que los servicios asistenciales de la Diócesis atendieron a muchas más personas de 100.000 el año pasado. Pobres de solemnidad y de semáforo, fijos y eventuales, refugiados e inmigrantes que trasplantan sus raíces y su hambre, ancianos, enfermos, la larga lista de los desahuciados a quienes da cobijo el amor. Ignorar y despreciar ese trabajo admirable es propio de revientamisas y asaltacapillas en sujetador, gente que ha llegado al fanatismo por la falta de convicciones. Es la furia de los simples con cargo público bien retribuido. Pensadores de pensamiento líquido y único, que tratan de sacarle partido político a la nada. Son los que hablan bien de los pobres, a los que no conocen, y mal de los ricos, con los que se entienden. Una monja sonriente trajina por el hospital, hundida hasta los codos en el sufrimiento y la miseria de su prójimo amado. Impresionada, le dice la ilustre dama visitante: — Eso que usted hace, hermana, no lo haría yo ni por un millón de dólares. — Ni yo tampoco, señora, le responde la monja sin detenerse.
Toda la importante labor social de la Iglesia católica está basada en el amor. ¿En qué, si no? Para reconocer esos méritos no hace falta creer en Dios, tampoco en la Iglesia católica. Basta con alguna honradez intelectual y haber observado un poco. Los mendigos de cacillo no van a pedir limosna a la puerta del Ayuntamiento o de la Diputación, Se colocan, por instinto, en las puertas de las iglesias. Cuando todas las puertas se cierran, sigue abierta la de Cáritas o la de la parroquia. La Iglesia enseña a hacer el bien, aprende ella misma a hacer el bien, se entrena para hacer el bien. Con todas sus equivocaciones, sus defectos, y hasta las barbaridades que haya podido cometer en la historia, su fundamento es la bondad, a ella tiende. Porque el amor es la bondad. A uno le parece el bien más literario que el mal, que le resulta mucho más vulgar y previsible. Uno ha escrito elogiosamente de la Iglesia católica sin tomar precauciones, porque no tiene aspiraciones políticas. Ni intelectuales, ni artísticas, ni siquiera religiosas. Uno, lo que le den en el Juicio Final. Y a seguir amando a Pedro Sánchez.
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