PASAR EL RATO
El dueño de España
Los triunfos se exhiben y los oficios se ejercen
El Gobierno central mantiene en Córdoba una decena de proyectos clave al ralentí o parados
Sánchez, durante un acto público
Ahítos del agosto sudoroso que murió, daremos hoy un paseo por los ásperos caminos de la pena nacional, que parten de la Moncloa. Este artículo también trata de Córdoba, de lo que le sucede a Córdoba a 400 kilómetros de distancia de ... su Ayuntamiento. Cuatro horas en los trenes de alta lentitud del ministro de Transportes, en los que cada viajero se monta con abanico y saco de dormir, por si hay que pasar la noche en Despeñaperros. De la Moncloa, la capital de la independencia catalana, vienen todos los males, y conviene que eso se sepa en Córdoba, donde vivimos demasiado confiados. Pedro Sánchez es el dueño de España. Con ella y de ella hace lo que quiere, mientras los españoles protestan sin convicción, pagan impuestos y toman el aperitivo. Resulta sarcástico que un hombre tan poderoso no sea un genio, sólo un tipo vanidoso y vulgar, carente de sentimientos y de conciencia moral. Él no puede ser consciente de todo el daño que está haciendo porque no conoce los escrúpulos. Podría suceder, incluso, que fuera inimputable penalmente por falta de humanidad. Para hacer el bien se necesita mucha más inteligencia que para hacer el mal. Para hacer el mal basta con dejarse llevar, y por eso escribió Ortega que «no hay maldad creadora». Sánchez es una mala persona enfática, como si alardeara de serlo. Ya que nos humilla y nos destroza la vida con su omnipotencia, podría, al menos, no ser jactancioso. Pero eso es como pedirle justicia a Conde-Pumpido.
Lo mismo que Calígula, con quien guarda algunos parecidos, a Sánchez únicamente le falta decir en una sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados: Mañana habrá hambre en España. Y empezaré por Córdoba, que se negó a que mis adoradores gobernaran la ciudad. Ni olvido ni perdono ni voy al psicólogo. El hambre es una calamidad, y detendré la calamidad cuando me plazca. Al fin y al cabo, queridos, mi grandeza se basa en vuestro odio. Es un hombre obsesionado por pasar a la historia, ¡a la historia, Calígula, a la historia! A la historia se pasa comprando historiadores, y en esa habilidad no tiene Sánchez rival. Entre otros motivos menores, Calígula pasó a la historia por hacer senador a su caballo, con lo que también su caballo está en la historia. Sin negarle otras cualidades, Sánchez pasará a la historia por haber hecho catedrática a su mujer. Los historiadores acabarán reconociendo que lo de Sánchez tiene más mérito, porque Incitatus estaba mejor preparado que Gómez. Ser presidente del Gobierno es un oficio, no un triunfo. Los triunfos se exhiben y los oficios se ejercen. Sánchez se ha limitado a exhibirse desde que llegó al poder. Y si está cada día más pagado de sí mismo es porque está cada día más pagado por los españoles. Sin las enormes sumas de dinero que maneja para costearse el juicio de la historia y a los miembros de su tribunal, no sería más que el yerno del propietario de una sauna para hombres en Madrid. Es doloroso tener que admitirlo, pero merecemos lo que nos pasa. Porque no hemos hecho nada para evitarlo, salvo votar y lamentarnos.
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