La adicción al juego crece hasta un 30% entre los jóvenes andaluces

En Fajer (Federación Andaluza de Jugadores de Azar en Rehabilitación), aseguran que «se están triplicando los casos de personas que piden información con respecto al final del verano pasado». «Cada vez son más, y cada vez más jóvenes; el perfil medio pasa del hombre cincuentón que juega a las tragaperras al chaval que apuesta en el teléfono móvil», asegura Dionisio García, responsable del Grupo 'Psicología de las adiciones' del Colegio Oficial de Psicología de Andalucía Occidental.

La curva ascendente es perfectamente visible en los centros de terapia y rehabilitación y sólo su inclusión en el marco general de trastornos y problemas relacionados con la salud mental impide una fotografía mucho más nítida. La sociedad afronta un problema eterno, de raíces históricas profundas pero con un cambio de paradigma en sus formas, en su acceso, que presionan el acelerador en el 'más' y el 'antes'.

El mal se encuentra al alcance de la mano. En el teléfono móvil. El auge 'online' ha disparado la participación en las tres joyas de la corona lúdica: la ruleta, las tragaperras (slot) y las apuestas deportivas, frenéticas ahora con el comienzo de la Liga, la Champions y el resto de competiciones futbolísticas. De 385 expedientes iniciados este año en FAJER, 253 son de jugadores de apuestas (65,7%, dos de cada tres), si bien se intercalan con la ruleta y las tragaperras porque el adicto lo juega todo.

El Ministerio de Consumo apostó por trazar líneas en el aire, desplazando las nuevas casas de apuestas a cierta distancia de los centros escolares. Pero el celular continúa brillando entre los dedos. Como un tesoro. Luces y sonidos pervierten una mente inmadura, maleable, con una plasticidad inherente y peligrosa. Inane, el móvil no es culpable, pero es el arma poderosa de unas casas de apuestas, de unos salones de juego, que han invertido más de 200 millones de euros en publicidad en este año. El plan de prevención nacional no alcanza los tres millones. Goliat contra Pulgarcito.

Los jóvenes son más impulsivos y receptivos, aunque por otra parte, más recuperables. Si bien se estima que un 15% de quienes juegan de forma habitual desarrollarán problemas graves de adicción. Está demasiado normalizado y por su carácter etéreo es más silente que otras adicciones como el alcohol o la cocaína, más complejo de detectar. Avanzan más rápido que las químicas en edades tempranas. Su explosión desemboca en agresividad y, en muchas ocasiones, en pensamientos suicidas, guardando una relación soterrada y terrible.

«Es una enfermedad» ya en su trastorno adictivo, y en su inmersión más profunda evoluciona con extrema voracidad. «Quieren jugar, quieren ganar dinero y lo quieren ya», apunta Gloria Agudo, trabajadora social que desempeña una labor redentora en Asejer. Por eso la estrella es la máquina tragaperras.

El jugador acaba claudicando por la presión externa, por las deudas. Antes prevalecían los 'ultimatum' de pareja: 'Cariño, o el juego o yo'. Ahora, en ese salto generacional, son los padres quienes asumen el débito a condición de que el niño se cure. Muchos más niños que niñas. En última opción, los que tocan fondo, los que no ven la puerta de salida y sí la ventana.

El inicio de la temporada deportiva se traduce en recaídas, empeoramiento de cuadros previos y nuevas incorporaciones a la conducta adictiva, informan desde 'Fromm Bienestar'. «Esta época los descontrola», reconoce Gloria. «Muchos practican deporte y creen que tienen control», afirma mientras recuerda a Salomón (nombre ficticio), uno de sus pacientes. Exjugador de tenis que amañaba sus propios partidos hasta que la bola cayó en su propio campo tras resbalar en la red. «Los jóvenes creen que manejan las apuestas, cuando en realidad están atrapados en un sistema diseñado para que pierdan», apunta la psicóloga Lorena Ruiz.

Estas recientes incorporaciones suelen ser chicos de entre 18 y 30 años, que ya tienen su primer sueldo mientras viven en casa de papá y mamá, o les han concedido una beca para prolongar sus estudios. Entre los motivos de su creciente tendencia, ese impacto arrollador de las casas de apuestas, con anuncios constantes y... el bono de bienvenida. ¿Qué sería de un juego sin su trampa? Estos cheques regalo de 50 euros, y más dinero aún, son el cebo principal para los incautos que vieron un amigo en el presente.

Las dos únicas barreras son la prevención y la rehabilitación. Esfuerzo, sacrificio, inversión, en desventaja con el insaciable apetito lúdico. La opción personal dentro de una conciencia colectiva ante un depredador de masas. Y la solución, también al alcance de la mano, con una simple llamada al especialista el juego puede acabar.

Porque como decía Matt Damon en 'Rounders', «si no distingues al primo en la primera media hora de partida, es que el primo eres tú».