Segundas partes nunca fueron buenas...
El candidato derrochó eso que los griegos llaman 'hubris' y que suele ser una manera de tentar al destino
Sánchez defiende la amnistía en un discurso de investidura convertido en un alegato contra el PP y Vox
El candidato a la presidencia del Gobierno, Pedro Sánchez
Quizá haya llegado la hora de que el destino le presente a Pedro Sánchez una factura como la que le pasó en su momento a Zapatero en 2010. Acostumbrado a viajar en canoa durante su primer mandato, llevado por la corriente de una economía ... en expansión que ocultaba graves distorsiones que él no era capaz de abordar, Zapatero nunca llegó a percibir el desafío que entrañaba su victoria de 2008, cuando ya asomaban los principales signos de una crisis que cambiaría profundamente nuestras vidas. Alguien dirá que, quizá, lo entendió demasiado bien, pero no es cierto. El mismo Pedro Solbes, que le dio la reelección, le quitó la razón más tarde.
No creo que se vaya a repetir la historia, pero es posible que rime. La coalición que sustentará a Sánchez es mucho más heterogénea que la del período 2020-23. No será fácil sacar adelante algunas promesas económicas hechas junto a Sumar. La Unión Europea dejará de ser esa señora simpática que nos dejaba trasnochar con las reglas fiscales. Sánchez ha tenido suerte hasta ahora gestionando los desafíos que se le han presentado (la pandemia, la guerra de Ucrania), que no han sido pocos, pero ha abusado de su condición de político invertebrado que le permite ajustarse al dibujo del envase de cualquier coyuntura. Ayer, el candidato derrochó eso que los griegos llamaban 'hubris' y que se traduce como desmesura o arrogancia. Y es posible que esta vez haya tentado demasiado a su suerte.
A todos les sorprende el increíble apego de Sánchez por el poder. Otros con su historial se habrían quedado en algún recodo del camino. A muchos, esa ambición los paraliza hasta el punto de guardar silencio y plegarse o hacerse cómplices de sus decisiones. No es una cuestión de ideología. Esta misma semana, un socialdemócrata intachable como el portugués António Costa, dio una lección de sometimiento institucional y dijo que el ejercicio de su cargo de primer ministro era incompatible con la sospecha que se cernía sobre el mismo por parte de una Fiscalía que ha terminado reconociendo que confundió al primer ministro con el ministro de Economía. Es una injusticia y un daño a su democracia lo que la Fiscalía portuguesa ha hecho, pero no cabe duda de que con su gesto Costa ha engrandecido la institucionalidad de su país.
En cambio, Sánchez reconoció ayer que ha decidido hacer de la necesidad virtud y que su condición invertebrada lo mismo le permite promover una la Ley de Memoria Democrática que patrocinar una Ley del Olvido Antidemocrático (Amnistía).
El refranero dice que las segundas partes nunca fueron buenas. Zapatero tuvo que acortar su segundo mandato asediado por sus errores y su falta de acierto. Mi compañero Álvaro Martínez, siempre alerta a mis imprudencias, me matiza: «Es verdad que las segundas partes nunca fueron buenas, salvo la de 'El Padrino'». jmuller@abc.es