Tenis / Los 14 mordiscos de Nadal

2018, el undécimo Roland Garros de Nadal: Tres argentinos y una lluvia salvadora

Pero entonces, el tío Toni de la infancia de Nadal apareció para hacer su magia y hacer que lloviera sobre la Philippe Chatrier

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2017, el décimo Roland Garros de Nadal: El torneo perfecto como homenaje a tío Toni

Nadal, con su undécimo trofeo de Roland Garros Reuters

Cuentan la leyenda que Rafael Nadal creía que su tío Toni era un mago. Un día el entrenador le dijo que no se preocupara, que si le iba mal en el partido, él haría que lloviera y se parara al encuentro. Nadal iba perdiendo, ... pero remontó y le comentó a su tío: «Ya no hace falta que hagas llover». Desde aquel día, mil partidos y anécdotas más que convergen esta edición de Roland Garros en el que la lluvia, la magia y el tío Toni volvieron a aparecer.

En ese 2018, Nadal había sufrido una lesión al inicio del curso que lo obligó a retirarse en cuartos de final del Abierto de Australia ante Martin Cilic. Estuvo de baja hasta abril, pero una vez aterrizó en su superficie favorita, no encontró oposición a su rabia por haberse perdido tantos torneos... otra vez. Venció en Montecarlo dejándose solo 21 juegos por el camino: 6-1 y 6-3 a Aljaz Bedene; 6-3 y 6-2 a Khachanov; 6-0 y 6-2 a Thiem; 6-4 y 6-1 a Dimitrov; y 6-3 y 6-2 en la final a Nishikori. Venció en Barcelona con un aplastante 6-2 y 6-1 en la final a Tsitsipas. Perdió en cuartos de Madrid ante Thiem, pero, en Roma, otra vez una buena carga de confianza con el título tras vencer a Zverev por 6-1, 1-6 y 6-3.

Así que, después de su perfecto torneo en 2017, Nadal volvía a ser el rival más fuerte en tierra batida. Y eso que sufrió un poco en su estreno contra Simone Bolelli (6-4, 6-3 y 7-6 (9)). Pero encadenó dos partidos cómodos y sin desgaste ante Guido Pella (6-2, 6-1 y 6-1) y Richard Gasquet, su más preciado rival porque nunca le ha permitido una victoria de 18 encuentros (6-3, 6-2 y 6-2), y se vio más exigido ante el alemán Maximilian Marterer (6-3, 6-2 y 7-6 (4)). Hasta que llegó la lluvia.

Fue en el partido de cuartos de final, ante un magnífico Diego Schwartzman, doce del mundo. Atacó desde el inicio, no se dejó intimidar en ningún momento y maniató al español, con muchísimos problemas con su primer servicio y que resoplaba porque no llegaba a las derechas escoradas del argentino, al que apodan 'Peque' pero que fue un gigante en ese primer parcial y parte el segundo (6-4 y 5-3). Pero entonces, el tío Toni de la infancia de Nadal apareció para hacer su magia y hacer que lloviera sobre la Philippe Chatrier.

Se paró el encuentro aquel jueves y se reanudó al día siguiente, con los mismos aficionados porque la organización invitó a los que habían comprado aquellas entradas de cuartos. Pero todo lo demás fue distinto: Schwartzman, Nadal y el ritmo del partido que fue exclusivo del español. Como si todo lo anterior fuera solo una pesadilla, el balear esculpió con su zurda un partido perfecto. Y de estar contra las cuerdas con aquel 6-4 y 5-3 en contra, a sumar trece de los 17 juegos que se disputaron en la reanudación, un viernes de sol y sonrisas... para el balear.

Es predecir lo impredecible decir que el argentino habría ganado aquel partido si no se pone a llover. Ni Nadal ni el tenis viven del 'y si' y sí del 'jeu, set et match, Rafael Nadal'.

Video.

Aún tendría que sortear otro fiero oponente nacido en Argentina, el tercero del torneo, un Juan Martín del Potro que siempre había sido incómodo para el balear. Pero no está vez, porque después del susto ante el 'peque' Schwartzman, Nadal se aplicó desde la primera pelota para limitar la potencia de la derecha de la Torre de Tandil (6-4, 6-1 y 6-2).

Para el último día, se presentó Dominic Thiem, que ya no tenía nada que ver con aquel veinteañero al que le temblaron las piernas al salir a la Chatrier por primera vez. Este era uno mucho más maduro, al que todos señalaban como el sucesor de Nadal en esta pista cuando el balear se retirara porque se movía de maravilla en la tierra batida. Preciso y precioso su revés a una mano, entró algo más confiado en esta final de Roland Garros, pero se vio devorado por el hambre del español, que no iba a dejar que el alumno aventajado le sobrepasara en esta ocasión (6-4, 6-3 y 6-2).

Nadal mordía en aquel 2018 su undécimo Roland Garros, una gota más en su inmensa leyenda en París.

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