Feria de la Manzanilla
Morante sublima el toreo de frente en Sanlúcar de Barrameda
La hechura del toreo, en cuatro golpes de gubia
Emilio de Justo indulta un bravo y exigente animal tras una intermitente labor
Juan Ortega, con temple y torería, resucita en Granada
Sanlúcar de Barrameda
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Iniciar sesiónYa había pegado los veinte clásicos pases. A medias tintas, sin terminar de confiarse con Gañán, el cuarto, cuyo nombre invitaba a todo menos a torear. Brusco, sin entrega. Y fue entonces cuando un «bieeeen» cargado de sensibilidad despertó al genio, que creció ... en su espíritu. Apretado en los cites, comprometido en los encuentros, pasional en sus formas. Arrebatado. Que iba modelando la talla hasta que llegó el golpe final, puro Rafael de Paula. Enfrontilado y a pies juntos por la derecha, con la zurda que también quería torear. Crujía Sanlúcar, crujía la torería de Morante, que tallaba con su gubia la magna hechura del toreo. Fueron cuatro, sublimes, como el que siguió con el compás abierto. Dos orejas con cuatro pases, para qué más.
Más tiempo había estado El Lili que Morante con el abreplaza, que fue una alhaja y que conoció todos los terrenos de la plaza. Manso de libro, violento y bruto. Que ni para el capote, ni para la lidia, ni para la muleta… ni para una caldereta.
Feria de la Manzanilla
- Plaza de toros de Sanlúcar de Barrameda. Domingo, 11 de junio de 2023. Segundo festejo de la Feria de la Manzanilla. Algo más de tres cuartos de plaza. Se lidiaron toros de El Torero, con trapío, casta y dificultad. 1º, manso y violento; 2º, con casta pero sin entrega; 3º, con temperamento; 4º, con fondo de bravura; 5º, tremendamente bravo (indultado); 6º, con mal estilo.
- Morante de la Puebla, de tabaco e hilo blanco. Estocada, media y tres descabellos (silencio); estocada algo caída (dos orejas).
- Emilio de Justo, de frambuesa y azabache. Estocada (oreja); indulto (dos orejas y rabo simbólicas).
- Juan Ortega de verde hoja y azabache. Estocada (silencio); estocada baja (silencio).
Un volcán de bravura era Esturión, el quinto. Más bajo y menos violento que el resto de la corrida, pero igual de exigente. Bravo, hasta decir basta. Que por momentos era lo que parecía decir el dubitativo rostro de Emilio de Justo, que terminó sucumbiendo a la creciente petición de indulto sin caer en la cuenta de que se premiaba al depósito de gasolina súper de un animal al que por momentos no terminó de tomar el pulso. Cumbre con la diestra, intermitente con la zurda. Larguísima y profunda fue la primera serie, sobre los riñones, tirando de la embestida, disminuyendo la velocidad. Con su cuello que aún nos recuerda la tragedia del año pasado. Más arrolladas fueron las series por la zurda, proponiendo suavidad, chocando con la marea. Salió el pañuelo naranja, y casi media hora tardó en salir Esturión, que no huía de la pelea, sublimación de la bravura.
Como el estruendo del cohete que pone fin a la Feria de la Manzanilla sonó la larga cambiada de Emilio de Justo a Churrero, el segundo de la tarde. El «ole», que retumbaba con el mismo eco de una bodega sanluqueña, duró lo que todo el vibrante y eléctrico recibimiento, entre lances y chicuelinas. Sólo unos segundos después de los fugaces tercios de varas y banderillas ya estaba brindando en los medios. Con la prisa del que necesita retomar el sendero del triunfo, con la prisa de quien sabía lo que tardaría en orientarse la fiera. Entre la altura, el cuello y el poder era una milagro que Churrero descolgara, que jamás lo hizo. Demasiado dio De Justo para lo que recibió. Calaron los últimos derechazos ganándole el tranco, animando con las zapatillas. Como caló su espada, en un volapié de libro.
Inédito Ortega
La madera de Ebanista, el tercero, venía barnizada con el deslizante de la casta. Que resbalaba casi indómita, desbordante. Ni el recibo genuflexo de Juan Ortega ni los dos trancazos de Manolo Quinta consiguieron frenarla. Entremedias, una colada que casi se lleva al trianero por delante. El de El Torero anunciaba que traía tela para cortar, pero nadie encontró la tijera. Nuevamente por doblones inició la faena, con un giro perfecto de cintura, cuando por fin pareció bajar revoluciones Ebanista. No es que fuera un espejismo, es que fue el único momento en que de verdad se sintió podido. Después, entre medias alturas y enganchones, volvió a crecerse. Con el sexto, de muy mal estilo y nula clase, intentó sin éxito la faena. Lo mató en los blandos.
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