Feria de Hogueras
Una corrida para 'Cuarto Milenio'
Manzanares triunfa en un encierro de justísima presencia y extraño comportamiento, en el que Morante oyó una bronca con un lote infumable y Aguado pinchó al encastado Gavilán
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Iniciar sesiónDe luto apareció Morante de la Puebla, con el capote de paseo negro y el terno nazareno y azabache. Luto por don Rafael, el padre muerto. Se le notaba en el ánimo al torero, que para colmo pechó con un lote infumable de Álvaro ... Núñez. No solo no pasó la corrida completa, de justísima presencia, sino que el comportamiento de titulares y remiendos (del Pilar) fue extraño y cambiante. Una corrida para analizar en 'Cuarto Milenio'.
Tabacalero se llamaba el primero, que era para ir al estanco y no volver. A nadie agradó este jabonero, que se llevó tres varas. ¡En Alicante! Quién nos lo iba a decir... Se le venció ya en el capote a Morante y parecía andar reparado de la vista. El peligro era latente durante la lidia, más propio de una cita torista que torerista. Con la espada de verdad salió el matador: al tercer pase, Tabacalero ya había pasado a una vida sin humos. Mientras unos lo entendieron, otros lanzaron rayos y centellas. «¡Sinvergüenza, con lo que cobras!», gritaba uno. «¿Pero qué quieren que haga con ese toro tan malo?», replicaba otro. División en el tendido hasta que se arrastró al animal y la bronca sonó como una 'mascletá'.
A su capote imantó Manzanares al silleto segundo, con el hierro del Pilar. Planeaba sin cesar en los lances. Qué manera de hacer el avión... Pero tras su encuentro en el caballo –mal picado, por cierto– no parecía ni su sombra. Informal su conducta en banderillas, echando la cara arriba. También necesitaba una revisión en el oculista este Miralto, que hacía extraños en su modo de ir hacia las telas. Aunque por el izquierdo regaló algunas embestidas fenomenales, tuvo una actitud bipolar. Entrega mostró el alicantino, queriendo, aunque sin dar el paso adelante de la verdad.
Dos puyazos recibió el tercero. Hasta la pezuña sangraba el de Álvaro Núñez. Y aún así, cómo fue. Qué manera de embestir y repetir. Un torrente inagotable hasta el final. Nada fácil se lo puso a la cuadrilla y Pablo Aguado tuvo que hacer un esfuerzo tras el brindis a Manzanares. Sin pensárselo dos veces, se puso a torear, fiel a su estilo. Pronto y en la mano. Pero Gavilán no era para dejarlo pasar, sino para gobernarlo y mandar. Y eso nunca sucedió en una faena cimentada en la mano de la cuchara, aunque curiosamente fue por el pitón izquierdo por donde sopló la serie más extraordinaria. De categoría los naturales. ¿Por qué no ahondó más? Los ayudados rodilla en tierra llevaban el sello de la torería. Qué bello cierre, pura orfebrería. Gran parte del público se preparaba para sacar los primeros pañuelos de la tarde, pero Aguado pinchó. De triunfo grande era el encastado Gavilán, que murió con la boca cerrada.
Paró Lili al acapachado y corretón cuarto, que no paraba de dar vueltas por el redondel. Malamente lo pasaron los banderilleros y poco disfrutó Morante. Un principio por alto despertó ciertas esperanzas, pero el descastado Laborioso iba cada vez a peor, cortando una barbaridad y poniendo en aprietos al de La Puebla. Lo que abrevió con la muleta lo alargó luego con la espada. «¡Fuera, fuera!», exclamaba la peña enfurecida tras el penúltimo pinchazo. A la sexta fue la vencida. Monumental la bronca. El que quiera más que vuelva hoy, pues este sábado repite Morante en Hogueras.
Miraflores era el bautismo del quinto, el cuarto de Manzanares en el doblete en su tierra. Era su último cartucho para descerrajar la puerta grande y su afán de gloria se notó: de par en par la abrió, con dos orejas alicantinas. Muy dispuesto, se enfibró con un toro con tendencia a la huida y que marcó pronto su querencia a chiqueros, aunque se movió con transmisión. Las tandas se vivieron con emoción mientras sujetaba al manso, pero la explosión definitiva la puso el cañón de su espada.
Despaciosos nacieron los lances de Aguado al sexto. Toreramente anduvo el sevillano, pero el del Pilar no podía con su alma. Sorprendentemente, aguantó hasta el final con el hocico apretado. Rara corrida en la festividad de San Juan, con la única 'magia' de su cambiante comportamiento. Los toros siempre son un misterio. Que el de ayer lo escudriñe Iker Jiménez.
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