El español vuelve a sonar en el Metropolitan un siglo después
La ópera 'Florencia en el Amazonas', con libreto de Marcela Fuentes-Berain y música de Daniel Catán, se presenta en Nueva York
'La vida breve' llevó la lengua española en 1926 a la Ópera de Nueva York
Nancy Fabiola Herrera: «Con los criterios físicos que hay en la ópera, quién sabe si Caballé o Pavarotti hubieran hecho carrera hoy»

«Se me puso la cara como un jitomate de roja». Así relata Marcela Fuentes-Berain, escritora y guionista mexicana, el episodio inicial que ha acabado con el estreno en esta temporada en la Metropolitan Opera de 'Florencia en el Amazonas', la primera ... ópera español en un siglo en este templo operístico. Se le enrojeció el rostro porque Gabriel García Márquez la había elegido para ser su discípula. Era el año 1991 y Fuentes-Berain estudiaba guion de cine en la escuela que el Nobel colombiano fundó en San Antonio de los Baños, Cuba. «Era increíble ver inventar a mi maestro», recuerda la escritora sobre aquella época.
Dos años después, la Ópera de Houston encargó a García Márquez que escribiera el libreto para una ópera. La música sería de Daniel Catán, que ya había compuesto una ópera con un libreto inspirado en una obra de Octavio Paz. La idea era transportar el 'realismo mágico' -hacia el que el público estadounidense había mostrado gran apetito- al formato operístico.
«La condición que él puso para participar en el proyecto es que lo escribiera yo -cuenta la libretista-. Yo le dije que yo sabía de guiones, que no sabía de ópera. 'Pues vas a aprender', me dijo».
Si la obra exuberante de García Márquez tiene una música, la ópera no es lo primero que viene a la cabeza. «Parecería que no, por eso que se dice que 'Cien años de soledad' son cuatrocientas páginas de vallenato y 'El amor en los tiempos del cólera' cuatrocientas páginas de bolero», asegura Fuentes-Berain, que apunta, sin embargo, que García Márquez era un «melómano perdido», con mucho conocimiento de ópera y de música clásica.
El Nobel decidió derivar en su discípula este proyecto -«tenía demasiado que hacer y que escribir en esos años y le había aparecido el cáncer», explica Fuentes-Berain- y le dio una instrucción: «Inspírate en lo que yo he escrito», pero sin usar nada de esa obra. Ambos se reunían cada quince días para discutir los progresos, para adaptar la escritura de la discípula a los sonidos y voces de la ópera.
«¡Viva la ópera en español!»
En 1996, se estrenó en Houston 'Florencia en el Amazonas', la primera ópera en español comisionada por uno de los grandes teatros del país. Y el mes pasado, casi treinta años después y después de producciones en varios países, desembarcaba en la Met Opera de Nueva York, la gran institución lírica de EE.UU.
«¡Viva la ópera en español!», gritó alguien desde la platea suntuosa del Lincoln Center justo antes de que sonaran los primeros compases de la partitura de Catán. Había pasado casi un siglo desde la última vez que se escuchó cantar aquí en la lengua de Cervantes, en una producción de 'La vida breve', de Manuel de Falla, en 1926. Antes, Enrique Granados había estrenado aquí 'Goyescas', después de que la Primera Guerra Mundial impidiera hacerlo en la Ópera de París. La gente respondió al espontáneo con una ovación.
«No fui yo», bromea Fuentes-Berain, que viajó a Nueva York para el estreno, sobre aquel grito. Pero lo sintió de corazón. «Fue muy emocionante, con la latinidad a flor de piel, fuimos muy felices», recuerda ahora por teléfono desde la ciudad de México.
La Met Opera mantenía con el español una deuda que engordaba con cada temporada. En la ciudad donde casi un tercio de sus habitantes son hispanos, en la que la banda sonora de muchos de sus barrios son el son y el reguetón, donde el español asalta a cada paso, cada temporada se había convertido en un insulto a la cultura de la ciudad. La lengua española debía estar en ese templo neoyorquino, ser celebrada como un tesoro cultural más allá del 'burrito', 'muchas grasias, amigou' o 'uno servesa, po favour'. «Los que nos dan de comer a todos en Nueva York son de Puebla o de Neza, de 'Neza York'», dice la autora, que se refiere a la Ciudad Nezahualcóyotl, a las afueras de la capital de México, de donde provienen innumerables neoyorquinos de nueva generación. «Que los mexicanos tengamos la posibilidad de llegar a la ópera es un gran orgullo, un gran logro».
'Florencia en el Amazonas' está impregnada del realismo mágico de Gabriel Márquez -«no de folclorismo», sostiene la autora-, con una atmósfera que la distingue de las producciones operísticas convencionales: la pasión aquí es tropical, húmeda, sudorosa, la pueblan cocodrilos, pirañas y aves exóticas, hay un teatro colonial que surge de la selva y un vapor que surca el Amazonas y que es escenario de amores contravenidos.
El reparto lo lidera la soprano Ailyn Pérez, que destila en sí misma la hispanidad como posibilidad en EE.UU.: nacida de inmigrantes mexicanos, fue la primera en su familia en acudir a la universidad; su papel como la diva Florencia Grimaldi le da un nuevo empujón en su ascenso al estrellato operístico. «Se le metió un ángel dentro», la define Fuentes-Berain. Pero también están la soprano Gabriella Reyes, estadounidense de origen nicaragüense; la mezzosoprano española Nancy Fabiola Herrera o el tenor guatemalteco Mario Chang.
Atrapada en ámbar
Toda la crítica ha celebrado el retorno del español al Met. Algunos, como 'The New York Times', lo han acompañado con críticas a una música que considera demasiado tradicional: «'Florencia' parece que está atrapada en ámbar, como una tradición muerta andante». Otros, como 'OperaWire', aplauden el «abrazo de Catán a la tradición operística en un contexto moderno» y definen a la obra como «una gloriosa exploración y celebración del amor y el anhelo».
El público neoyorquino se ha volcado, como ha podido comprobar este periódico en una de sus funciones de esta semana, con plateas pobladas, conversaciones entusiasmadas en el intermedio y ovaciones sostenidas. La sesión de este sábado se retransmitirá en directo desde la Met Opera de Nueva York en cines de todo el mundo, incluidas decenas de salas Yelmo en toda España. Una oportunidad para presenciar, desde la distancia, un pedazo de la historia del idioma español en la ópera.
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