Bad Gyal: La Edad de la Impostura
El concierto en el Wizink es un karaoke para 15.000 personas donde una cantante muy carismática (eso es innegable) y un cuerpo de baile rellenan el escenario

De acné y Tiktok va la cosa en los aledaños de un Wizink burbujeante. Viene Bad Gyal, icono entre una juventud tecnófila muy querida que no apreciará estas líneas.
Arranca con «Blin blin» y «Pussy», dos reggaetones enlatados que muestran en pocos segundos lo que ofrece el espectáculo: Autotune y vulgaridad. El nuevo estándar de la música en directo parece ser: «paga la entrada, ponemos la canción por los altavoces, canto un poco por encima, grabas un par de vídeos y ciao». Es un fenómeno curioso, triste, que huye de lo más bonito del arte: el riesgo. Sin vértigo, ¿qué es Arte? ¿Todo? ¿Nada?
El concierto es un karaoke para 15.000 personas donde una cantante muy carismática (eso es innegable) y un cuerpo de baile rellenan el escenario. Las canciones se unen, creando lo que antaño llamábamos «medley», en bloques diseñados para mantener la atención y energía del público. Son «mashups» (se dice ahora) de 3-4 canciones muy similares, sin apenas dinámica o respiro, en una propuesta más parecida a la de un DJ isleño que a un concierto en plaza grande.
La hinchada, dolorosamente joven, canta casi todas pero roza el clímax en «Chulo», «Hookah», «Zorra» y «Tú eres un bom bom»; imagen poco prometedora.
Después de «Mercadona», fotocopia de las 12 anteriores, el concierto se para y Bad Gyal introduce a un anónimo espectador (Julián, según aclara después), que se arrodilla y pide la mano de su chica. Ella celebra la encerrona descorchando un par de lágrimas en una escena bonita antes de «Perdió este culo», que es basura premium: muy bien hilada y presentada en lazo, pero desagradable hasta el extremo.
Hacia la mitad, se empieza a aplaudir con menos entusiasmo. Es un concierto frío, Bad Gyal habla poco y todo es mecánico. No es necesariamente malo si se maneja bien pero es tan obvio que la ciudad empieza a planear el «post».
Esa incómoda calma se rompe en «Real G». Sale Quevedo, estrella en alza, que es recibido entre vítores y un mar de flashes. «Canta» a dúo con Gyal y desaparece raudo, sin dejar mayor rastro que esa foto pa' las redes. En lo que se refiere a la interpretación vocal, si es que la hubo, no entraremos demasiado.
«La Prendo», enésimo tributo a la frivolidad, dice después:
«Le gusta este culo, está duro del gym
Me pide que me pegue un ching«
Pienso sin quererlo en Aute, que creaba a escasos 300 metros de aquí, y de reojo veo la salida. No está tan lejos, quizá en el próximo parón…
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