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ABC Cultural

Werther: Las buenas intenciones

Crítica de la ópera estrenada en el Palau de les Arts de Valencia

ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE

El comienzo es prometedor. En escena aparece un espejo que actúa de pantalla y sobre ella se proyectan imágenes evocadoras. Es el reflejo de una (¿falsa?) realidad que el protagonista atravesará de inmediato , poco antes de que el espejo se rompa y el ... destino le atrape. Lo que ha de suceder a partir de ese momento tiene el carisma de lo inevitable. Así lo explica Jean-Louis Grinda en la nueva producción de «Werther», estrenada en el Palau de les Arts de Valencia y realizada en coproducción con la Opéra de Monte-Carlo. A partir de ahí, el escenario es vulgar, decora sin refinamiento procurando transmitir una impresión: «¡La casa está tal y como la dejasteis!», dice Charlotte a Werther ante una habitación destartalada. Esta especie de metáfora de la realidad es un viejo recurso que, a la postre, reincide en la obviedad: cualquiera sabe (es casi un proyecto vital) que Werther hará del suicidio una forma de redención.

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