Scorpions: «Los vientos de cambio están soplando en la dirección incorrecta»
La mítica banda alemana, autora del himno por el fin de la Guerra Fría 'Wind of Change', publica su nuevo disco 'Rock Believer' horas después del regreso de la tensión bélica en Europa
Scorpions
Después de tocar en Leningrado el 17 de abril de 1989, el guitarrista Rudolf Schenker dijo que Scorpions querían «mostrar a la gente de Rusia que hay una nueva generación de alemanes creciendo», y que esta vez no venían con tanques y bombardeos ... a hacer la guerra, sino «con guitarras, rock'n'roll y un mensaje de paz». Cuatro meses después, volvieron a la Unión Soviética para actuar en el Moscow Music Peace Festival junto a Bon Jovi, Ozzy Osbourne, Skid Row, Cinderella o Mötley Crüe, y la banda de Hannover alucinó con el recibimiento de héroes que les dio el público. Inspirado por todo lo que allí vio y sintió, el cantante Klaus Meine escribió unas semanas después la canción 'Wind of change' , que se convirtió en un himno para el fin del comunismo y la reunificación de Alemania, y al poco cayó el Muro de Berlín. ¿Ayudaron los vientos de cambio de Scorpions a derribar el Telón de Acero?
Lo cierto es que la URSS siempre los había considerado un peligro, ya que estaban incluidos en la lista de bandas 'contrarrevolucionarias' que las ramas juveniles del régimen soviético habían hecho circular durante los años sesenta y setenta, e incluso hay una teoría bastante esperpéntica investigada por un periodista de The New Yorker según la cual eran un arma cultural financiada por la CIA. «Empecé a reírme a carcajadas cuando me hablaron de ello, no es verdad en absoluto. Es una fake news fascinante, muy entretenida», dice el veterano vocalista, que no se toma con tanto humor el hecho de que su regreso tras siete años de silencio coincida con la descongelación de la Guerra Fría.
«Estamos muy preocupados con todo lo que está pasando en Ucrania y con la falta de respeto a los derechos humanos», asegura Meine en videoconferencia desde Alemania. «Todo parece haber cambiado desde finales de los ochenta, cuando los vientos de cambio soplaban en la dirección correcta. Ahora parece que se ha invertido la situación, y soplan en la dirección incorrecta. Lo que está pasando es muy complejo y difícil de entender, pero a nosotros lo que más nos preocupa es que las nueva generaciones de jóvenes sean más inteligentes de lo que nosotros hemos demostrado ser, y sean capaces de reconducir el mundo hacia una paz real».
Este nuevo fracaso geopolítico sin duda ha decepcionado a Meine y los suyos, que ven «muchos otros problemas gravísimos en otras partes del mundo, no sólo en Europa», pero afortunadamente tienen una fe en la que creer, el rock, que les da fuerzas cada día. Su nuevo disco se titula 'Rock Believer' , una declaración de intenciones que incluye potentes singles como 'Peacemaker' ('Pacificador') y que apela al sentimiento de comunidad alrededor de un género que según ellos, sigue muy vivo. «Hemos escuchado muchas veces a lo largo de los años decir que el rock está muerto», dice Meine. «Pero sigue habiendo millones de rockeros creyentes en todo el mundo que demuestran lo contrario».
Para este nuevo trabajo han sumado a un ilustrísimo nuevo miembro a la banda: nada menos que Mikkey Dee, baterista de Motörhead. «Nos ha insuflado nueva energía, no te imaginas cómo suena la sección rítmica con él aporreando los parches. Además, puedes hacerte una ida de lo divertidas que son sus anécdotas, con todas esas historias increíbles de Lemmy», dice Meine, que vendrá con los suyos a España el próximo 25 de junio para actuar en el Rock Imperium Festival de Cartagena, donde compartirán cartel con un impresionante elenco de leyendas del metal, como Whitesnake, Europe, Doro, At The Gates, Avantasia, Black Label Society, Amorphis, Avatar, Leprous o Lacuna Coil.
«Siempre que vamos a vuestro país nos pasa alguna anécdota increíble», asegura el vocalista. «La última vez que estuvimos en el sur, en Andalucía, recuerdo que tocamos en una plaza de toros donde hacía un calor achicharrante. La noche anterior fuimos a un espectáculo de flamenco que nos voló la cabeza. A Rudolf le gustaron tanto los bailarines que les invitó a participar en nuestro concierto del día siguiente, como parte del espectáculo. Vinieron a ensayar con nosotros en la prueba de sonido, y después, con la plaza ya llena de gente, hicieron una performance flamenca en medio del solo de batería de Mikkey, fue alucinante. La gente no se lo podía creer. Otra vez que estuvimos en otra plaza de toros, creo que en Barcelona, nuestro manager, que era un tío de Liverpool con mucha flema británica, vaciló al promotor de una manera... Al llegar, nos preguntaron si estábamos todos bien y si el viaje había sido cómodo, y nuestro manager respondió que sí, pero que no podríamos dar el concierto porque el cantante, o sea yo, era alérgico a la mierda de vaca (risas). Me acuerdo de que después del susto inicial, los promotores españoles se lo tomaron con mucho humor».
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