Patti Smith sigue haciendo memoria con el 40 aniversario de «Horses»

La realidad, sin embargo, es terca y no entiende de convenciones temporales, por lo que aquí está de nuevo la musa del punk, eterna poetisa del asfalto y la mugre neoyorquina, haciendo memoria y recordando a quien quiera escuchar que ella fue la que puso los raíles por los que circularía el rock & roll a partir de los setenta. O, como mínimo, esa facción del rock & roll que, a diferencia del punk británico, aunaba crudeza musical, profundidad lírica y ambición poética.

Todo eso es lo que contiene «Horses», un disco que si nos pusiéramos cursis podríamos calificar de seminal pero que en realidad no es más que una poderosa y electrizante coz servida por una mujer que nunca pensó en hacer de la música su forma de vida. De hecho, antes de quedar prendada por la atmósfera del CBGB neoyorquino y encerrarse en un estudio con John Cale y Lenny Kaye, su mano derecha desde principios de los setenta, Smith ya había viajado a París para hacer teatro callejero, había actuado en una obra de Sam Shepard y ejercía como poetisa en unos recitales en los que la electricidad de sus palabras se acercaba cada vez más a la agitación de las guitarras.

Fue su pasión por los Rolling Stones y Bob Dylan lo que la llevó a cruzar la barrera entre versos y música y hacer historia con un trabajo que se retuerce entre los espasmos de «Free Money» y «Land», la autoridad de «Gloria» o el lamento de «Elegy», canciones que permanecen incrustadas en el código genético del rock & roll y que Smith rehará el jueves en el Festival Jardines de Pedralbes y el viernes en las Noches del Botánico siguiendo el orden original del disco y añadiendo hitos posteriores como «Pissing On A River», o «Rock’n’Roll Nigger».