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Farruquito triunfa en Nueva York: «El flamenco ha sido mi mejor psicólogo»

El bailaor cosechó una gran ovación en el City Center en su regreso a la ciudad de los rascacielos después de 13 años

Farruquito, adurante su triunfo neoyorquino LUIZ C RIBEIRO

JULIO BRAVO

Sobre el escenario del City Center neoyorquino, bañándose en la catarata de aplausos que le llegaban desde el patio de butacas, Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, indisimulablemente feliz, se acordó de aquel día en que, con cinco años, se enamoró del flamenco en esta misma ciudad y le dijo a su abuelo, el mítico Farruco , que quería ser bailaor. Farruquito, lo ha repetido sin parar en los últimos días , tiene una relación especial con esta ciudad. «Marcó un antes y un después en mi vida y en mi carrera. Recuerdo perfectamente las cosas tan bonitas que me ocurrieron aquí en 2001 y 2003, y que cambiaron mi historia; incluso en España, donde empecé a firmar autógrafos después de las cosas que ocurrieron aquí »

No había podido volver a bailar en esta ciudad «por culpa de los papeles; me denegaron dos veces la visa y ahora, por fin, aquí estamos. Yo tenía muchas ganas». No podía volver más que en el marco del Flamenco Festival, que inició con él su andadura en Nueva York. En el City Center ha presentado su espectáculo «Improvisao» , cuyo título es ya de por sí una declaración de principios.

Rara avis

Farruquito es una rara avis en el flamenco actual; cree más en la inspiración que en el estudio, le gusta seguir los impulsos de su corazón más que la coreografía. Su baile, ciegamente confiado al apoyo de sus músicos, magníficos, ha crecido extraordinariamente en los últimos años . Sigue teniendo una electricidad magnética, pero ha aprendido además, y lo demostró en sus arrebatadoras alegrías y en una sentida soleá, a gustarse, a saborear lo que Antonio Gades -admirador sin tasa de su abuelo Farruco- llamaba el baile entre pasos. Mantiene intacto su carisma y su empaque, y el público del City Center enloqueció con él en las dos noches de actuación.

De Estados Unidos se cuenta que es la tierra de las oportunidades. El diario «The New York Times» hablaba hace unos días de una segunda oportunidad para Farruquito. «Me encuentro -dice- en un momento muy bueno porque tengo muchísima ilusión otra vez, muchísimas ganas de hacer cosas; aparte de este espectáculo, ‘Improvisao’, estoy creando otro para la Bienal de Sevilla , que se estrenará en septiembre en el teatro de la Maestranza de Sevilla... -en el teatro Quintero de esta ciudad actuará a finales de este mes-. Y estoy inmerso en la creación. Tengo muchas cosas nuevas que mostrar; eso define a un artista, poder contar lo que es en cada momento. El flamenco es una forma de expresión, y un artista no es igual todos los días».

En el caso de Farruquito, esos días incluyen muchas noches de trabajo. «Yo tengo el estudio de grabación y el de baile en mi propia casa. Y cuando no puedo dormir, que son muchas noches, me levanto y me voy al estudio; allí toco la guitarra, compongo, pienso. Otros se van a la nevera. Yo también paso por allí, pero luego voy a alimentarme el alma al estudio».

Ha hablado Farruquito de recuperar la ilusión. «Nunca la he perdido, pero mantener siempre la motivación es muy difícil. Pasan muchas cosas. Me da alegría que la gente con talento salga a la luz, pero también me da mucha pena que otra gente con el mismo talento se queda en casa por falta de oportunidades. Hay sitio para todos, y creo que cada uno debe ocupar el sitio que se merece ; yo veo a gente, incluso en mi propia familia, que no lo ocupa. Y eso es lo que a mí me desmotiva y me hace pensar a veces que no hay tanta verdad en el arte».

Maestros de vida y arte

Habla del baile y de la música como sus «leales compañeros», y asegura rotundo que «el flamenco ha sido mi mejor psicólogo ». En este arte, continúa, «ha encontrado la mejor educación, porque en el flamenco he encontrado a mis mejores maestros: de vida y de arte. Y eso hace que en los momentos difíciles encuentres en el flamenco el mejor hombro. Quien no vea la vida con arte la ve en blanco y negro. Yo intento aprender cada día a no competir sino a compartir con los demás quién soy, a ser mejor persona cada día, a disfrutar con lo que hago para que los demás disfruten ». Para el bailaor es una profesión maravillosa, «porque consiste en repartir emociones. Y si tú no tienes a la música como tu filosofía de vida, no lo consigues. Yo no soy un bailarín flamenco solamente cuando me subo al escenario; al contrarío, ese momento es precisamente el único momento en que yo no estoy trabajando. El trabajo es hacer una entrevista, hacer la maleta, esperar en el aeropuerto, resfriarse al cambiar de país, malcomer, no poder dormir en los hoteles... Salir a bailar es disfrutar».

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