«El emperador y la Atlántida», la ópera que nació en el campo de concentración nazi de Terezin

La actividad artística era uno de los modos de sostener el espíritu para los judíos encerrados. Se ofrecían conferencias o conciertos, a cargo de las varias orquestas que existían; « Brundibar », una ópera infantil que el propio Teatro Real ofreció hace unos meses, se estrenó allí.

En ese contexto, Viktor Ullmann compuso su ópera « El emperador de la Atlántida ». Hay noticias de que se ensayó la obra, pero no llegó a estrenarse, ya que el compositor fue trasladado a Auschwitz , donde fue exterminado en la cámara de gas. La obra es una feroz sátira sobre el totalitarismo, por lo que hay dos teorías sobre el estreno frustrado; hay quien piensa que no se llevó a cabo por el traslado de Ullmann, y hay quien señala que dicho traslado se produjo precisamente por haber compuesto esta ópera, que Halffter califica de « libre y valiente ».

En 1972, el director de orquesta y compositor británico Kerry Woodward conoció en Londres a H. G. Adler , superviviente de los campos de Terezin y Auschwitz. Éste le entregó un paquete de manuscritos, entre los que estaba la música de «El emperador de la Atlántida». «Había un libro de música y muchos papeles sueltos -recuerda Woodward-; Adler quería que revisara la partitura para el estreno de la obra en Praga . Finalmente, dicho estreno no se produjo, pero yo ya me había enamorado de la partitura y seguí trabajando en ella».

La ópera cuenta la historia del emperador de la Atlántida (velado retrato de Hitler ), que declara la guerra universal, en la que la Muerte, antiguo aliado suyo, será el líder. Sin embargo, la Muerte se rebela y rompe su espada, por lo que los hombres no pueden morir. «Un niño y una niña -cuenta Woodward-, soldados en bandos opuestos, comienzan a luchar, pero en cambio se enamoran . Mientras tanto, los enfermos y aquellos que están sufriendo no encuentran la liberación. La Muerte ofrece volver a la humanidad bajo una condición, que el Emperador se convierta en su primera víctima. Finalmente el Emperador tiene que aceptar, y la gente da la bienvenida a la muerte como su valorado y compasivo amigo».

La obra se estrenó en diciembre de 1975 en Amsterdam y se ha podido ver en varias ciudades en todo el mundo. Ahora llega a Madrid dentro del ciclo « Bailando sobre el volcán », con el que Joan Matabosch , director artístico del Teatro Real, ha querido arropar el estreno de « Moisés y Aarón », de Arnold Schönberg .

Pedro Halffter y Gustavo Tambascio , directores musical y escénico respectivamente, son los encargados de la producción; para completar el espectáculo -« El emperador de la Atlántida » dura apenas una hora-, han añadido un prólogo, que incluye otras piezas de Ullman: « El canto de amor y muerte del corneta Christoph Rilke » -que cuenta con Blanca Portillo como narradora-, « Adagio in memoriam Ana Frank » y « Pequeña obertura para “El emperador de la Atlántida” ». Estas dos últimas son en realidad dos composiciones del propio Pedro Halffter a partir de distintos movimientos de la «Sonata para piano número 7» escrita por Ullmann, En el reparto están Alejandro Marco-Buhrmester, Martin Winkler, Torben Jürgens, Roger Padullés, Albert Casals, Sonia de Munck y Ana Ibarra .

Pedro Halffter ha realizado también una edición de la partitura, que incluye una nueva orquestación. «A Ullman le hubiera gustado -aventura Kerry Woodward -; él la escribió con las limitaciones que tenía en Theresienstadt ». Halffter ha empleado para su orquestación la formación que el propio Ullman empleó para « La caída del Anticristo », compuesta en 1935). «En su música hay elementos del cabaret y ecos de Kurt Weill , de Ernst Krenek , de Hanns Eisler y de la segunda Escuela de Viena. “El emperador de la Atlántida” es una obra genial, excepcional, bellísima, que me conmueve cada vez que la dirijo; me atrevo a decir que es una obra fundamental no solo en la historia de la música, sino en la propia historia de la humanidad. Demuestra el valor que se le daba en aquel campo a la libertad artística , que triunfaba en el momento más extremo». Ha tardado dieciocho meses en completar el trabajo de edición de la partitura (que concluyó, curiosamente, en Jerusalén): «exigió de mi -se justifica- una implicación emocional extraordinaria, porque uno siente el dolor, el sufrimiento, en cada nota.

¿Cómo hubiera querido Ullmann que se representase esta obra? Halffter y Tambascio se han formulado esta pregunta y han querido, confiesan, estar cerca con la puesta en escena de los deseos del compositor y el libretista. «Esta obra es universal -asegura Halffter-, su texto y su música son universales, y representa valores universales como la valentía y la libertad».