Las entrañas de «La flauta mágica»
El granadino Pablo Heras-Casado asume la dirección musical de una de las producciones estrella de este año
alberto g. lapuente
También Aix-en-Provence alerta sobre «La cultura en peligro». El lema cuelga en la entrada de todos los recintos de un festival en el que se hace notar la protesta de los trabajadores temporales artísticos franceses contra la injusticia en el trato a los desempleados del sector ... . El tema no es baladí. Trasciende el ámbito profesional y está en la conciencia de los propios espectadores. Se señala en el encarte «Et pourtant, nous jouons» que se entrega con el programa de mano y en el que se relaciona las personas directamente encargadas de poner en escena «La flauta mágica» , una de las producciones estrella de este año hecha en colaboración con Amsterdam y la ENO de Londres: 133 profesionales y artistas trabajan en cada una de las representaciones con el añadido de casi otros cien que previamente al estreno gastaron más de 18.000 horas de trabajo. Al comenzar la función, los técnicos directamente implicados en ella salen a saludar al escenario del Grand Théâtre de Provence recibiendo una abrumadora ovación del público.
La escena también se repite al final, ya con todos los intérpretes reunidos. Entre ellos está el director musical Pablo Heras-Casado convertido en uno de los protagonistas indiscutibles del éxito de la obra. La personalidad de su propuesta basada en una realización orquestal muy cuidada ante la fantástica Freiburger Barockorchester, extraordinariamente refinada y particularmente serena demuestra que la ya abrumadora carrera internacional del director granadino es fruto de una formidable calidad de fondo. Aquí particularmente atenta con el trabajo de los cantantes y entre ellos la también española Silvia de La Muela, segunda dama. Ella y la soprano Mari Eriksmoen, alguien a tener muy en cuenta como intérprete de una Pamina llena de encanto e infrecuente buen gusto, fueron miembros de la Académie Européenne de Musique perteneciente al festival. Pero hay otros notables en el reparto logrando momentos entrañables: Olga Pudova una precisa Reina de la Noche, Christof Fischesser un Sarastro de lírica presencia y la simpática Papagena de Regula Mühlemann. Cumple con cuidada corrección Stanislav de Barbeyrac en el papel de Tamino y acaba por divertir el Papageno de Thomas Oliemans de timbre algo grueso.
Cierto es que en ello tiene mucho que ver la propuesta escénica de Simon McBurney construida en un escenario vacío del que forma parte una plataforma que se eleva de mil maneras distintas y varias proyecciones que ubican el espacio. También otros tantos figurantes que dibujan, crean efectos, hacen creer en pájaros de papel volando por doquier o inventan la escenografía sobre la marcha. Nunca como ahora, en tiempos difíciles, fue tan necesario dejar al descubierto su trabajo.
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