Muere Edith Grossman, la voz de Cervantes y García Márquez en inglés

Grossman, que elevó y dignificó la carrera de traductor, conseguía ofrecer un 'Quijote' «en el que lo contemporáneo y lo original coexistían»

Edith Grossman: «Detrás de todo gran escritor en español está Cervantes; él nos ha enseñado todo»

Edith Grossman, en su apartamento de Manhattan en 2004 Corina Arranz

Javier Ansorena

Corresponsal en Washington

«Somewhere in La Mancha, in a place whose name I do not care to remember, a gentleman lived not long ago…» Es la creación genial de Miguel de Cervantes, el inicio de 'Don Quijote de La Mancha', en la voz en inglés de ... su traductora más celebrada, Edith Grossman. Esa voz se apagó este lunes en Manhattan.

Grossman, de 87 años, falleció por un cáncer pancreático, según comunicó su hijo, Kory. La traducción de esta obra maestra de la literatura universal fue uno de los grandes logros en la carrera de Grossman, una persona que elevó y dignificó la carrera del traductor.

Fue publicada en 2003 y la crítica de 'The New York Times' celebró cómo Grossman conseguía ofrecer un 'Quijote' en un «inglés contemporáneo sencillo pero abundante» en el que la obra cervantina no perdía su esencia. «Se lee con la misma facilidad que el último Philip Roth y con muchas menos complicaciones que cualquier Hawthorne. Pero no hay un solo momento en el que, en inglés directo, no estemos leyendo una novela del siglo XVI. Esto es la maestría verdadera: que lo contemporáneo y lo original coexistan».

El nombre de Grossman aparecía en la portada de esa edición del 'Quijote', otro de los logros de la traductora, más allá de pelearse con los modismos del español de hace cuatro siglos. El traductor era una figura secundaria en la industria editorial -una «humilde Cenicienta», según ella misma describió la labor en su biografía- y se esforzó en que recibiera la atención, prominencia y compensación que merece.

Una segunda voz

Grossman siempre consideró la traducción un instrumento central para entender la creación cultural. En sus propias palabras, veía al traductor «no como al jornalero desgastado del mundo editorial, sino como el puente entre dos ámbitos de discurso, entre dos terrenos de experiencia y entre dos grupos de lectores».

Nacida en Filadelfia en 1936, se interesó por el español gracias a una maestra de su colegio. Tras pasar por la Universidad de Pensilvania, profundizó sus conocimientos del idioma gracias a una beca Fulbright que le llevó a España en 1962 y a un doctorado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Nueva York.

En su trabajó desarrolló un método de traducción que calificó como «proceso auditivo»: «Pienso en la voz del autor y en el sonido del texto, y después en mi obligación de escuchar ambos de la forma más clara y profunda posible. Y finalmente en la necesidad de poner esa voz en un segundo lenguaje».

Este método fue esencial para acometer un trabajo hercúleo: traducir a buena parte del 'boom' de la literatura hispanoamericana en la década de 1980. Carlos Fuentes, Isabel Allende, Laura Esquivel o, por supuesto, la prosa exuberante de Gabriel García Márquez, con quien desarrolló una relación de amistad y de respeto profesional mutuo. «Eres mi voz en inglés», le dijo el Nobel colombiano.

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