«Detrás de todo gran escritor en español está Cervantes; él nos ha enseñado todo»
Rodeada de libros, música y espejos, vive esta mujer nacida en Filadelfia. Edith Grossman cree que «Cervantes inventó la confusión entre lo real y lo literario», por lo que cabe decir que «el posmodernismo es del Siglo de Oro».
-¿Por qué otra traducción del ... Quijote?
-¿Y por qué no? Es un libro que necesita todas las traducciones y lecturas posibles, como cualquier otro clásico. Uno puede leer el Quijote en español mil veces y disfrutarlo con cada lectura. Lo mismo ocurre con una traducción.
-¿En qué medida su versión es diferente de las traducciones disponibles en las librerías anglosajonas?
-No he leído otra traducción, excepto la de Samuel Putnam, que salió en el año 50, creo, y la leí cuando tenía 16 ó 17 años. Desde esa época no he hecho más que leerlo en español, y lo he leído unas diez veces seguramente, tanto como estudiante como profesora.
-¿Ha preferido no leer otras traducciones para no contaminarse?
-Cuando comencé la traducción quería tener el oído abierto y la voz clara, sin contaminación de ningún tipo de otros traductores.
-Ha habido reseñas entusiastas de su trabajo, pero si tuviera que definir su traducción ¿qué diría?
-Ésa es una pregunta muy difícil. He intentado traducirlo no según un sentido arcaico sino contemporáneo del libro. Julián Ríos me dijo: «No tengas miedo, porque Cervantes es el autor más moderno que tenemos. No tienes que hacer más que traducirlo como cualquier otro libro». Y eso me resolvió la cuestión. En el momento de escribir el libro, Cervantes no estaba empleando un lenguaje antiguo, sino una lengua contemporánea, la suya.
-Los clásicos suelen atemorizar. ¿Trata su traducción de romper ese miedo e invitar a entrar?
-Si lo consigo, querrá decir que he logrado un gran éxito. Porque eso es precisamente lo que quisiera, que todo el mundo leyera este libro magnífico. El esfuerzo vale la pena.
-Dice que ha leído el Quijote nueve veces. Cada lectura supongo que ha dejado un sedimento. ¿Cuál es el último estrato que ha dejado el libro?
-El último estrato es el humor. Cuando era joven pensaba que era el libro más triste, trágico y deprimente que había leído en toda mi vida. El tratamiento del Quijote era algo que me conmovía siempre hasta las lágrimas. Sin embargo, con los años, ha salido más a relucir el humor del libro. En el Quijote, como en todo gran humor, hay un sustrato de tragedia. Esta vez, en ciertos momentos, acabé riéndome a carcajadas. Realmente me lo pasé muy bien.
-¿Está más cerca el Quijote de nuestra lengua viva que el inglés de Shakespeare?
-Creo que el español ha cambiado menos que el inglés en los últimos cuatrocientos años, por eso creo que Cervantes está detrás de todo gran escritor en español. Detrás de García Márquez, de Vargas Llosa, de Carlos Fuentes... hay algún eco, una resonancia de Cervantes. En inglés no tenemos un modelo como ése, porque el idioma ha cambiado demasiado. Yo creo que el español de hoy es una lengua más parecida a la del siglo XVI que el inglés. Pero la palabra está perdiendo su valor, la gran tragedia de nuestro momento histórico es que hemos perdido algo en el lenguaje por la preponderancia de la imagen.
-¿Es el Quijote una invitación a pensar, a volver a leer, a expresar las cosas de forma más honda?
-Ése es el tesoro de cada libro, que nos invita a pararnos un momento, disfrutar del idioma y pensar. Cuanto mejor es el libro, más nos hará pensar. Un libro como «Don Quijote» es una invitación increíble a entrar en otro mundo. Pero eso no es exclusivo del Quijote; ocurre con la literatura, es una manera de experimentar el mundo.
-Harold Bloom suele decir que Shakespeare es el escritor más grande de todos los tiempos, pero que el libro por antonomasia es el Quijote.
-Si no es el mejor libro, es sin duda uno de los mejores. No me gusta entrar en ese tipo de categorías, pero en 2002 el Comité Nobel hizo una encuesta entre cien autores de todo el mundo y la mayoría dijo que «Don Quijote» era la mejor novela, y mucho después, en segundo lugar, figuraba Proust. La literatura es uno de los pocos campos en los que el nacionalismo no tiene ninguna importancia.
-James Wood escribió recientemente que el Quijote era la más importante obra de ficción dedicada a indagar en los lindes entre la ficción y la realidad. ¿Qué cree que nos enseña Cervantes al respecto?
-Nos ha enseñado todo. Él inventó esa confusión entre lo real y lo literario. No conozco ninguna otra obra anterior en la que se den una serie semejante de ofuscaciones del lector. El hecho de que Cervantes se presente no como el autor ni traductor del texto no creo que exista en otro libro anterior.
-¿Hay que hacerse converso?
-Cervantes juega a hacer creer que el autor fue algún moro.
-¿Está también Bertolt Brecht y muchos otros ahí?
-Quien quieras nombrar. Y todo Borges está también ahí. El posmodernismo es del Siglo de Oro.
-Cuando traduce a escritores vivos, como García Márquez o Vargas Llosa, ¿tiene por costumbre preguntarles dudas cuando llega un pasaje complicado?
-Hago las preguntas al final. Después de mirar todos los diccionarios y molestar a mis amigos latinos de los países del autor, siempre hay quince o veinte fragmentos en los que verdaderamente no estoy segura del significado. Entonces me pongo en contacto con el autor, y todos, todos quieren contestar, porque es muy importante para ellos que la traducción esté correcta. Algunos quieren ver el manuscrito antes de la publicación, como Julián Ríos o Mayra Montero. García Márquez y Vargas Llosa no, no tienen interés en leer la traducción antes.
-En el caso de Cervantes tengo entendido que no se pone al teléfono.
-No, fue un salto al abismo.
-Y en ese caso, cuando tuvo dudas, ¿a quién recurrió?
-A mi intuición. Por eso digo que salté al abismo.
-Parece que no se ha estrellado.
-Hasta el momento (dice Edith Grossman riendo, mientras toca madera).
-¿Hay grandes diferencias a la hora de prepararse intelectual y vitalmente cuando va a traducir a Cervantes o a García Márquez?
-Yo creo que es igual. Lo que no es igual son los siglos de erudición e investigación detrás de Cervantes. Por espacio de 400 años, algunos de los investigadores más inteligentes del mundo hispano han estudiado el Quijote, y eso me daba cierta prevención. Yo le dije a García Márquez que su libro era más difícil que el Quijote, y él se echó a reír y me preguntó por qué. Le dije que porque en el Quijote había notas a pie de página, y en sus libros no.
-¿Pero supongo que es más difícil Cervantes?
-Cada obra que traduzco es la más difícil que he traducido en mi vida. Todo buen libro es difícil. La literatura es algo muy profundo, sustancioso, y es difícil penetrar en la lengua y recrearla en otro idioma.
-¿Comparte esa especie de lugar común que dice que el traductor es un traidor, aunque bien intencionado?
-¿Quién lo ha dicho? No, no lo creo. Es muy fácil atacar a los traductores. Robert Frost dijo que la poesía es lo que se pierde en la traducción, pero si yo creyera eso, no haría este trabajo.
-¿En qué medida las memorias de García Márquez son la linterna que faltaba para adentrarse en los misterios de sus novelas?
-En el sentido de que él establece muy claramente las conexiones entre sus experiencias vitales y la literatura que escribe. El lector que conoce bien la obra de García Márquez la va a ver reflejada en sus memorias.
-¿Por qué se hizo traductora?
-Por casualidad. Yo no pensaba ser traductora, pero un amigo mío que era editor de una revista me pidió traducir un cuento de Macedonio Fernández. Yo le dije: «No soy traductora, soy crítica». Es lo que pensaba que iba a ser en mi vida. Me contestó: «No importa lo que seas, haz la traducción». Y me gustó mucho el trabajo.
-¿Cómo se produjo el enamoramiento del español?
-La razón es que me encantaba mi maestra en el Instituto, y decidí hacer lo que ella hacía, y por eso en la Universidad me especialicé en la Literatura Española. (Acepta posar con un espejo a la espalda, indiferente a una posible pirueta de los cojuelos que siempre andan guiñando en el azogue. Edith Grossman, con voz grave, bromea y acaso despeja un hilo de melancolía que colgaba por ahí, enredado en el humor de Cervantes, a quien esta mujer que vive en un primer piso de la avenida del West End de Manhattan ha convidado durante muchas noches para que Don Quijote se haga entender también en el inglés que todavía se habla en Nueva York y mucho más allá).
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete